Leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica (2473):
"El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hastanla muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. "Dejádme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios" (San Ignacio de Antioquía)."
La Eucaristía mantiene un vínculo especial con el Martirio. Los mártires pueden dar la vida por Cristo gracias a que Cristo la entrega en la Eucaristía y se convierte en el Pan de los fuertes. De ahí la tradición litúrgica de ubicar reliquias de los mártires en el altar donde se actualiza el sacrificio pascual de Cristo.
Hoy celebramos los primeros mártires de la Iglesia de Roma. En la primera persecución contra la Iglesia, desencadenada por el emperador Nerón, después del incendio de la ciudad en el año 64, muchos cristianos sufrieron la muerte en medio de atroces tormentos.
Nos unimos a esta memoria litúrgica con un pensamiento sobre la Eucaristía de un gran santo mártir de la historia de la Iglesia, Tomás Moro (mártir, canciller del rey ingles Enrique VIII. 1478 - 1435):
“Si me distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se ofrecen cada día oportunidades para ofender a mi Dios, me armo cada día para el combate con la recepción de la Eucaristía. Si necesito una luz especial y prudencia para desempeñar mis pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco Su consejo y luz”.
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