El 20 de diciembre de
1905, con el decreto «Sacra Tridentina Synodus», el Papa San Pío X manifestó su
deseo de que los cristianos comulgasen todos los días, cualquiera fuese su
estado.
A la vez, cerró todas
las cuestiones pendientes al respecto y estipuló que para la Comunión frecuente,
aun diaria, basta estar en estado de Gracia, esto es, sin pecados mortales, y
tener recta intención, esto es, la de agradar a Dios y, amándolo crecientemente
Él, extirpar defectos y fortalecerse espiritualmente. Aparte de dicho decreto,
este Papa estableció varios otros medios para facilitar al máximo la práctica
de la comunión frecuente, y concedió a los comulgantes muchas indulgencias para el bien de los devotos de Jesús Sacramentado.
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