11 de septiembre de 2015

EL POR QUÉ DEL ABSTENERSE DE LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA


Por el  sentido  de la palabra del Señor deriva la indicación de la iglesia respecto a la imposibilidad de acceder a la Comunión eucarística los esposos que viven establemente una  segunda unión matrimonial.

Pero ¿por qué?

Porque en la Eucaristía hallamos el signo del amor nupcial indisoluble de Cristo por nosotros; un amor, éste, que viene objetivamente contradicho por el “signo quebrantado” de los esposos que han cerrado una experiencia matrimonial y viven un segundo enlace.



Así comprendéis que la norma de la Iglesia no exprime un juicio acerca del valor afectivo y de la cualidad de las relaciones que unen los divorciados que se han vuelto a casar. El hecho de que con frecuencia estas relaciones se vivan con sentido de responsabilidad  y con amor en la  pareja y hacia los hijos, es una realidad que no pasa inadvertida a la Iglesia y a sus pastores. Por lo tanto no existe un juicio hacia  las personas y lo que han vivido, sino una norma necesaria por el  hecho de que estas nuevas uniones en su objetividad no pueden expresar el signo del amor único, fiel, indiviso de Jesús por la Iglesia.

Queda claro que la norma que regula el acceso  a la Comunión eucarística no se refiere a los cónyuges  en crisis o simplemente separados; según las debidas disposiciones espirituales, pueden acercarse a los sacramentos de la confesión y de la comunión eucarística. Lo mismo se debe decir también de quien se ha sometido  injustamente el divorcio, pero considera el matrimonio celebrado religiosamente como el único de su propia vida y a él quiere permanecer fiel.

De todas las maneras es falso que la norma que regula  el acceso a la comunión eucarística signifique que, los cónyuges divorciados y vueltos a casarse, estén excluidos de una vida de fe y de caridad efectivamente vivida al interno de la comunidad eclesial.

+ Dionigi Card. Tettamanzi

Arzobispo de Milán


Milán, Epifanía del Señor  2008

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