El arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización junto con el obispo José Octavio Ruiz Arenas y monseñor Graham Bell, respectivamente secretario y susbsecretario del mismo dicasterio han presentado un evento cumbre del Año de la Fe: la solemne adoración eucarística, en unión mundial.
La adoración eucarística, tendrá lugar en la basílica de San Pedro el próximo domingo, 2 de junio, de las 17 a las 18 y su lema es “Un solo Señor, una sola Fe”, elegido para atestiguar el sentido de profunda unidad que lo caracterizará.
“Será un evento - ha explicado monseñor Fisichella- que tendrá lugar por primera vez en la historia de la Iglesia y que podemos calificar como histórico. Las catedrales del mundo se sincronizarán con la hora de Roma y estarán, durante una hora, en comunión con el Papa en la adoración eucarística. La adhesión a esta iniciativa ha sido masiva y ha ido más allá de las catedrales, involucrando a las conferencias episcopales, parroquias, congregaciones religiosas, sobre todo los monasterios de clausura y las asociaciones”.
Desde las Islas Cook a Reikiavik, pasando por Chile, Burkina Faso, Taiwan, Iraq, Bangladesh, Estados Unidos o Filipinas, las diócesis se sincronizarán con la hora de San Pedro y rezarán por las intenciones propuestas por el Papa. La primera es: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y hoy en señal de unidad recogida en la adoración de la Santísima Eucaristía.
Que el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre “más hermosa, sin mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada”. Que a través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.
La segunda intención del Papa Francisco es :“Por aquellos que en los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo “esclavo”; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de la violencia. ¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia!. Por todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la persona!”.
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