Lo que los padres de la Iglesia querían decir con el lenguaje figurado de la embriaguez, santo Tomás de Aquino lo expresa en términos más racionales, diciendo que la eucaristía es “el sacramento del amor”. La unión con el Cristo vivo no puede tener lugar de modo distinto que en el amor; el amor, en efecto, es la única realidad gracias a la cual dos seres vivos distintos, permaneciendo cada uno en su propio ser, pueden unirse para formar una sola cosa. Si el Espíritu Santo es llamado “la misma comunión” con Cristo, es, precisamente, porque él es el Amor mismo de Dios. Todo encuentro con la Eucaristía que no se concluye con un acto de amor, es incompleta.
Yo comulgo plena y definitivamente con Cristo, que se me ha comunicado, sólo cuando consigo decirle con sinceridad y sencillez de corazón, como Pedro: “Señor, tú sabes que te quiero” .
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