En el Viernes Santo la Misa ni tiene principio ni fin
porque el que ES principio y fin padeció hoy tan amarga Pasión.
Ninguna hostia se consagra; porque el Hijo de Dios estaba hoy en el ara de la Cruz consagrado.
Caemos en tierra de rodillas, adorando, y besamos la Cruz,
para que recuerdes que tu Redentor se inclinó cuando la Cruz estaba tendida en el suelo,
abriendo aquellos sagrados brazos y manos, para que se las enclavasen,
y enclavado, fue en la Cruz levantado sobre la tierra, para atraer a todos hacia Él.
(Juan de Padilla, el Cartujo. Poeta sevillano 1468-1518)
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