10 de febrero de 2013

Eucaristía y Resurrección



Del mismo modo que el injerto de la vid, depositado en tierra, fructifica a su tiempo, y el grano de trigo, que cae en tierra y muere, se multiplica pujante por la eficacia del Espíritu de Dios que sostiene todas las cosas, y así estas criaturas trabajadas con destreza se ponen al servicio del hombre, y después cuando sobre ellas se pronuncia la invocación (epíclesis) de Dios, se convierten en la Eucaristía, es decir, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; de la misma forma nuestros cuerpos, nutridos con esta Eucaristía y depositados en tierra, y desintegrados en ella, resucitarán a su tiempo, cuando la invocación de Dios les otorgue de nuevo la vida para la gloria de Dios Padre. Él es, pues, quien envuelve a los mortales con su inmortalidad y otorga gratuitamente la incorrupción a lo corruptible, porque la fuerza de Dios se realiza en la debilidad”

San Ireneo de Lyon, Padre de la Iglesia (130-202)
Tratado contra los herejes, 5.

La epíclesis, designa la invocación del Espíritu Santo, que encontramos en numerosas liturgias eucarísticas de la antigüedad. La epíclesis más antigua pertenecería a la liturgia Siríaca de los XII Apóstoles, a mitad del siglo IV, situada después del relato de la institución. El texto de esta liturgia es el siguiente:

“Te rogamos ahora, Señor omnipotente y Dios de todas las santas potencias, postrados ante tu presencia, que envíes el Espíritu Santo sobre las ofrendas que te presentamos: pon de manifiesto que este pan es el verdadero Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo y que este cáliz es la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, para que todos los que lo reciban obtengan la vida y la resurrección, la remisión de los pecados y la salvación del alma y del cuerpo…”





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