De una carta de J.R.R. Tolkien a su hijo Michael, 1 de noviembre de 1963
“Exige una fantástica voluntad de incredulidad suponer que Jesús nunca realmente «existió», y más todavía suponer que nunca dijo las cosas que de Él se han escrito y trasmitido (tan incapaz era nadie en el mundo de aquella época de «inventarlas»): tales como «antes de que Abraham existiera, Yo soy» (Juan, 8);«El que me ha visto, ha visto al Padre» (Juan, 9); o la promulgación del Santísimo Sacramento en Juan, 6: «El que ha comido mi Carne y bebido mi sangre tiene vida eterna»."
"Por tanto, o bien debemos creer en Él y en lo que dijo y atenernos a las consecuencias, o rechazarlo y atenernos a las consecuencias. Me es difícil creer que nadie que haya tomado la Comunión, aun una vez, cuando menos con la intención correcta, pueda nunca volver a rechazarle sin grave culpa. (Sin embargo, sólo Él conoce cada una de las almas singulares y sus circunstancias)."
"La única cura para el debilitamiento de la fe es la Comunión. Aunque siempre es Él Mismo, perfecto y completo e inviolable, el Santísimo Sacramento no opera del todo y de una vez en ninguno de nosotros. Como el acto de Fe, debe ser continuo y acrecentarse por el ejercicio. La frecuencia tiene los más altos efectos. Siete veces a la semana resulta más nutritivo que siete veces con intervalos...”
"Para mí la Iglesia tiene como principal reclamo el que sea la que siempre ha defendido el Santísimo Sacramento, lo ha venerado en grado sumo y lo ha puesto (como Cristo evidentemente lo quiso) en primer lugar. Lo último que encomendó a san Pedro fue «alimenta a mis ovejas»; y ello supongo que se refiere en primer término al Pan de la Vida."
"...Me enamoré del Santísimo Sacramento desde un principio...pero, ¡ay!, no he vivido a su altura. Ahora rezo por vosotros todos, sin descanso, para que el Señor corrija mis defectos y ninguno de vosotros deje nunca de exclamar: ¡Benedictus qui venit in nómine Dómini! ”
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