Cuando una persona se está por morir dice y deja a sus seres queridos lo más importante. Cuando un padre o una madre de Familia sabe que le queda poco tiempo en este mundo llama junto a sí a sus hijos, a los más cercanos, y no hay tiempo que perder, es tiempo de lo esencial, de dejar lo más querido.
Y así me imagino el jueves santo, así me imagino la última cena. Aquella noche, sabiendo Jesús que había llegado su HORA, ... en un clima de mucha intimidad, reunió junto a sí a los discípulos, ... y quiso dejarles un regalo que sea digno de su Padre. ... Que lo tengan siempre, que lo puedan recibir una y otra vez como una nueva declaración de amor. ... En el transcurso de la comida, parte el pan y se lo da diciendo: Tomen y coman esto es mi Cuerpo. Y hace la bendición sobre la copa diciendo: Tomen y beban esta es mi Sangre.
Pocas horas después Jesús mismo dará su Vida en la Cruz por amor a nosotros. ... Y por eso antes de irse quiere dejarnos para siempre la Eucaristía, ... donde se actualiza esa entrega de la Cruz, para nosotros, ... se actualiza el sacrificio de Jesús en su cruz y Resurrección, ... en la Eucaristía Jesús sigue dándonos su misma Vida.
Con casi nada (pan y vino) nos lo da todo, porque se da Él mismo. ... Aquella noche es la noche en la que queda sellado para siempre el amor de Dios entre nosotros ... Para siempre.
El amor al hombre empujó a Dios a encarnarse, es decir a nacer entre nosotros en el vientre de María. ... Jesús se olvidó de su condición Divina y se hizo hombre. ... El amor es así. ... No tiene en cuenta más que al ser amado. ... Incluye un olvido de sí mismo que va mucho más allá de lo pensable.
Y esta inmolación por amor que empezó en la encarnación, culmina en la cruz, y por la resurrección trasciende lo temporal, llegando a todos los hombres gracias a la Eucaristía.
Es que la Eucaristía sintetiza la totalidad del don de Dios. Es Jesús que se nos entrega, que nos da su vida, es Él mismo. Es Jesús personalmente. La EUCARISTÍA ES JESÚS. Es la presencia de Jesús para nosotros, para mí. Ya que el amor exige la presencia del ser amado, por eso Jesús se queda en la Eucaristía, para amarnos y para amarlo.
Jesús se queda en la Eucaristía porque quiere salvarnos también a nosotros. Es la presencia de Dios que nos acompaña, que nos sana, que nos salva. Y nosotros también necesitamos esa presencia en el caminar de nuestra vida.
… En una oportunidad ocurrió un trágico motín en una cárcel de Córdoba. Fue terrible, hubo varios muertos y muchísimos heridos. De muchas maneras trataron de restablecer el orden en el penal, que dicho sea de paso duró varios días. ... Entraron familiares, abogados, jueces, psicólogos, todos hicieron el esfuerzo de frenar lo que pintaba como una tragedia que nadie sabía como terminaba. ... hasta que finalmente los mismos presos pidieron ver al capellán. Un sacerdote de 34 años, que desde el primer día que comenzó el motín estuvo allí afuera pero que le habían permitido entrar, fueron los mismos presos los que pidieron hablar con este joven sacerdote que hacía varios años trabajaba en el penal. Y él mismo cuenta lago muy lindo, dice: Cuando entré en el penal me llevé una gran sorpresa. En seguida vino a verme uno de los presos y me dice: Tome Padre, aquí está lo que usted nos pidió que cuidáramos. Me llené de emoción cuando vi que lo que me entregaba era la Eucaristía. Yo siempre les había dicho, - dice el sacerdote- ,que si el penal se quemaba o si pasaba algo, lo primero que tenían que salvar era la Eucaristía, porque era la presencia del mismo Jesús entre ellos. Ni se imaginan la emoción que sentí. A partir de ese momento comencé a caminar por todo el penal y me sentí plenamente acompañado por Dios, e iba a cada uno de los presos, que iban deponiendo su actitud sin oponer ninguna resistencia. Uno tras otro me iban entregando las armas, y finalmente voy a las autoridades y les entrego las armas, el penal estaba a salvo.
Jesús en la eucaristía está para acompañar y seguir salvando al mundo. ... Jesús en la Eucaristía está para nosotros. Está para los que quieran recibirlo y ser sus amigos. Allí está Jesús. Nadie podrá decir que no está para él.
Hay que alimentar este sentimiento de la presencia de Jesús en la Eucaristía que está para nosotros. Sentimiento de presencia que no implica necesariamente el sentimiento sensible sino la certeza de la Fe. Quizás nos puede pasar que con nuestros sentidos no captemos nada. Nos puede pasar que al comulgar, al adorar, o al estar rezando frente al sagrario no sintamos nada, incluso que nos distraigamos. Pero no podemos dejar tener la certeza de Fe, de que Él se quedó ahí. ¿Para qué se quedó en la Eucaristía? ¿ Para quién se quedó? Para mí. Para nosotros sigue ahí con su presencia silenciosa, pobre y obediente como estuvo en la Cruz.
No se quedó para ser guardado simplemente en un sagrario frío, sino para vivir en un sagrario vivo, en mi corazón. Está ahí para alimentarme a mí.
Gracias Jesús por este sacramento de tu amor.
Que María nos ayude a decir todos juntos, desde lo más profundo del corazón, lo mismo que los dos discípulos que iban camino a Emaús: QUEDATE CON NOSOTROS, SEÑOR.
Ustedes recordarán como el Pueblo de Israel, mientras caminaba por el desierto guiados por Moisés hacia la tierra prometida. Recordarán como cuando empezaron a padecer hambre porque les faltaba pan, comenzaron a enojarse y quejarse contra Dios. Y ante ese pecado, esa rebeldía, les valió como castigo aquella plaga de serpientes venenosas que con sus mordeduras, lograron matar a varios Israelitas.
Y recordarán como Moisés intercedió ante Dios, quien le mandó que construyese una serpiente de bronce, y que Moisés tenía que levantar en alto, cosa que cada vez que alguien era mordido por una serpiente, tenían que mirar a esa serpiente de bronce y quedarían sanados, así fueron salvados muchos israelitas de morir en el desierto.
De la misma manera Jesús al ser levantado en lo alto de la Cruz nos sana del peor veneno que nos puede enfermar que es el pecado, en su Cruz nos regala la salvación..
En cada Misa el sacerdote después de la Consagración levanta bien alto la Eucaristía para que todos la puedan mirar. Y allí está Jesús en la Eucaristía, ... esa serpiente de bronce que sigue levantado en lo alto para acompañarnos en nuestro camino, para sanarnos, para salvarnos.
Santo Tomás cuando habla de Jesús en la Eucaristía lo compara con el Pelícano. El pelícano es esa ave que con su pico se lastima su propio cuerpo, se pica su panza para que las crías se alimenten de su propia carne.
Una imagen muy linda que nos ayuda a entender el sentido más profundo de lo que es la Eucaristía. Jesús mismo se nos queda como alimento, así como los Israelitas se quejaban porque no tenían pan en el desierto, Jesús es ese pan vivo bajado del cielo para nosotros.
En la Misa del Jueves santo repetimos el gesto del lavatorio de pies que Jesús realizó en la última cena y que proclamamos en el evangelio de San Juan. Ustedes saben que Juan no relata las palabras que dijo Jesús aquella noche (Tomen y coman , esto es mi cuerpo, tomen y beban , esta es mi Sangre), no relata las palabras de la institución de la Eucaristía. Pero sí nos relata este hecho del lavatorio de los pies. Es que Jesús aquella noche quiso explicar con un gesto lo que significaba la misma Eucaristía.
Jesús se pone a lavar los pies, un gesto que hacían los servidores, así Jesús está en la Eucaristía para nosotros, entregándose, dándonos su propia vida, vino a servir y dar su vida por nosotros.
Y con este gesto de lavar los pies nos quiere enseñar que de la misma manera nosotros tenemos que dar la vida por nuestros hermanos.
Para eso está esta celebración del Jueves santo, para que nos volvamos a sorprender de tanto amor de Jesús por cada uno de nosotros. Ya vendrá el momento de los propósitos. Pero antes, simplemente quedémonos mirando el amor de Dios.
El mundo necesita creer en el Amor de Dios. Y es bueno que lo volvamos a gritar. Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único con nosotros. ... Al hombre de hoy le gusta mucho más hablar de sí mismo que hablar de Dios. Y por eso podemos llegar a pensar que antes que hablar de la muerte y resurrección de Jesús, sería mucho más productivo hablar de la justicia social, o de tantas otras cosas más, que seguramente son buenas y que tantos otros podrán tambien afirmar. Pero los cristianos tenemos que volver a decir que Cristo está aquí, tenemos que volver a decir que Dios ama al hombre y que lo ama primero.
Antes que proponernos corresponder al amor de Dios, antes que proponernos amar a los demás como Jesús nos ama, tenemos que volver a creer firmemente en este Jesús que me amó y se entregó por mí.
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