En estos domingos de adviento, la Iglesia dirige la atención a algunos personajes que nos ayudan a preparar esta fiesta de navidad que se acerca. Hoy ponemos la mirada en la figura de San Juan Bautista, el primo de Jesús, que tuvo como misión preparar al pueblo judío para la primera manifestación pública del salvador, tuvo la misión de prepararle el terreno a Jesús.
Hoy Juan le dice a los que se le acercan: En medio de ustedes hay alguien a quien no conocen: JESUS. Juan fue ungido (como dice el profeta Isaías en la primer lectura de hoy), fue ungido por Dios, fue consagrado, llamado para señalar a ese Jesús que estaba en medio de esa gente y que ellos no conocían, y él tenía que darlo a conocer.
¡Cuánto nos falta conocer a Jesús! Jesús todavía sigue siendo entre nosotros un desconocido. Dios está como ausente en el mundo de hoy, por eso falta alegría, por eso falta esperanza, por eso este mundo pareciera que sigue en tinieblas, sin Luz.
Y nosotros, como Juan el Bautista, también estamos consagrados por el bautismo, estamos llamados a decirle a la gente de nuestro tiempo: en medio de ustedes hay alguien a quien no conocen. Nosotros también estamos llamados a señalar a Jesús para que hoy sea conocido. Pero lo vamos a tener que dar conocer con nuestra vida. Tenemos que mostrar al Jesús que vive adentro nuestro, gracias a cada comunión eucarística
En el evangelio que acabamos de escuchar vemos que se le acercan a Juan unos judíos para preguntarle quién era él, cuál era su misión. Y Juan responde claramente que él es simplemente un testigo, está llamado a ser ni más ni menos que testigo de Jesús. Él no es la Luz sino testigo de la Luz. Es una voz que grita para que preparen el camino para recibir a Jesús.
Y esta preguntita nos la podrían hacer a cada uno de los que estamos ahora en esta Misa. Quizás, si hoy día, alguien viniera a nosotros y nos preguntase vos, ¿ quién sos ?, si nos preguntara: "Vos, ¿qué podrías decir de ti mismo?" ... Nosotros, ¿Qué responderíamos?... O dicho de otro modo, unidos a nuestra fe; si alguien viniera y nos preguntara como le preguntaron a Pedro, ¿ Tenés algo que ver con Jesús? Si la gente nos dijera : Tu vida, tus cosas, tu mentalidad, tus comportamientos prácticos, ¿tienen algo que ver con el Evangelio? ... NOSOTROS, ¿ QUE CONTESTARIAMOS ?
El evangelio de este domingo nos interpela sobre una realidad que nos cuesta aceptar, nos cuesta asumir, y más en estos tiempos que estamos viviendo: descubrir que por el bautismo, nuestra vocación más profunda es la de ser testigos.
Y hay que reconocer que en este tema en seguida miramos para el costado: nos escandalizamos del pecado de los demás, ...empezamos a criticar a los otros diciendo como puede ir a Misa y después hacer tal o cual cosa, ... nos indignamos del antitestimonio de alguna autoridad de la Iglesia, y así miles de excusas.
Cuando la primer pregunta debería ser: ¿Somos NOSOTROS testigos de Jesús en el mundo? ¿Somos verdaderos testigos del amor de Dios en nuestra casa, con nuestros amigos, en el trabajo, en cada uno de los ambientes en que nos movemos? ¿O nos da vergüenza, o tenemos miedo de gritar a los cuatro vientos que Jesús es el salvador, por todo lo que implica ir contra la corriente, o simplemente quizas no nos damos cuenta de que nuestra vida es el único evangelio que leerán algunos de nuestros hermanos?
Cuentan que un grupo de periodistas, visitando Egipto para realizar varias filmaciones, fueron recibidos en El Cairo, por el director general de la Televisión egipcia. Y que éste, después de darles todas las facilidades para su trabajo, se despidió de ellos regalándoles un ejemplar del Corán, no sin antes besar respetuosamente la portada del libro. Y estos mismos periodistas cuentan como se admiraron de ese gesto religioso.
Quizas la pregunta que tendríamos que hacernos es porque se admiraron. Capaz porque acá, a los cristianos nos cuesta reconocernos como tales. No es que se trate de convertirnos en hinchas fanáticos de un equipo de fútbol, que sólo saben hablar de su propio equipo..., sino de convertirnos en gente a quien la fe le salga por las obras como la respiración sale de los pulmones.
Claro que para esto hay que empezar por tener el corazón muy en Dios,... para hablar bien de Él. Cuando la Fe haya crecido lo suficiente dentro nuestro, entonces nuestro testimonio empezará a salir espontáneamente en nuestros gestos y en nuestras palabras.
Eso es quizas lo que nos falta tener: el corazón muy unido a Dios. Porque sólo así seremos verdaderos testigos. El testigo es alguien que puede hablar de lo que ha visto y oído. El testigo no es solamente alguien que cree en Jesús, sino alguien que vive la propia vida de Jesús, es alguien que conoce a Jesús no sólo por lo que le enseñaron o por lo que estudió sino sobretodo por el contacto personal con el Señor en su vida interior. Es alguien que refleja en su propia vida la luz de Cristo que brilla en su interior, ... y con sólo vivir ya va transformando la vida de los que lo rodean.
... leyendo en un libro sobre San francisco de Asís, narra un autor la experiencia de un vendedor que pasaba cada 4 o 5 días por el pueblito que quedaba cerca de la cueva en la que estaba Francisco. Y este vendedor un buen día quedó asombrado de este pueblo al que visitaba todas las tardes San Francisco. Y entonces al llegar el vendedor a la posada del pueblo le pregunta al posadero: ¿que esta pasando en este pueblo? Ya que le llamaba la atención como habían cambiado algunas cosas. Por ejemplo había pasado por la casa del matrimonio de la esquina de la plaza que siempre se llevaban a las patadas, y esta vez ni se sentían los gritos. Y también en la misma plaza estaba Pedro fresquito, cuando siempre lo encontraba tirado en el piso de la borrachera. ...Y así otros tantos cambios... Entonces el posadero le dice: la culpa la tiene Francisco. Y este le pregunta ¿quien es Francisco?, ¿qué es alguien grande?, ¿llamativo?. ¡No!, le responde le posadero: es un hombre que vive en la montaña, es descarnado, es seco, y además no es alto, tiene el cuello flaco y los brazos cortos, va mal vestido, descalzo, y con una túnica toda remendada.
Pero.., dice.., anda siempre contento..., como si tuviera Luz en la cara..., en los ojos sobretodo... Y habla cosas claras que entiende todo el mundo... y sobretodo que parecen verdad..., cuando este hombre habla de Dios, sabe lo que dice, habla por experiencia, no sólo por lo aprendido en los libros.... Es como si lo estuviera viendo...., se le nota.
Ojalá Dios nos conceda esta gracia a cada uno de nosotros en esta navidad que se acerca. Que no sea una navidad más. Que nos preparemos bien, sobretodo a través de la adoración en estos 10 días que faltan para el 25, para que Jesús vuelva a nacer. Para que Él que es la Luz, vuelva a encender nuestro corazón, y así nosotros podamos iluminar a los que nos rodean.
Ojalá que podamos, ... como San Juan el Bautista, ... como San Francisco, ... como todos aquellos a quienes Cristo les transformó la vida, ... que nosotros también podamos decirle al mundo de hoy: en medio de ustedes hay alguien a quien todavía no conocen: JESUS. Y yo estoy dispuesto a darlo a conocer con el testimonio de mi vida.
Que la Virgen nos conceda esta gracia.
Hoy Juan le dice a los que se le acercan: En medio de ustedes hay alguien a quien no conocen: JESUS. Juan fue ungido (como dice el profeta Isaías en la primer lectura de hoy), fue ungido por Dios, fue consagrado, llamado para señalar a ese Jesús que estaba en medio de esa gente y que ellos no conocían, y él tenía que darlo a conocer.
¡Cuánto nos falta conocer a Jesús! Jesús todavía sigue siendo entre nosotros un desconocido. Dios está como ausente en el mundo de hoy, por eso falta alegría, por eso falta esperanza, por eso este mundo pareciera que sigue en tinieblas, sin Luz.
Y nosotros, como Juan el Bautista, también estamos consagrados por el bautismo, estamos llamados a decirle a la gente de nuestro tiempo: en medio de ustedes hay alguien a quien no conocen. Nosotros también estamos llamados a señalar a Jesús para que hoy sea conocido. Pero lo vamos a tener que dar conocer con nuestra vida. Tenemos que mostrar al Jesús que vive adentro nuestro, gracias a cada comunión eucarística
En el evangelio que acabamos de escuchar vemos que se le acercan a Juan unos judíos para preguntarle quién era él, cuál era su misión. Y Juan responde claramente que él es simplemente un testigo, está llamado a ser ni más ni menos que testigo de Jesús. Él no es la Luz sino testigo de la Luz. Es una voz que grita para que preparen el camino para recibir a Jesús.
Y esta preguntita nos la podrían hacer a cada uno de los que estamos ahora en esta Misa. Quizás, si hoy día, alguien viniera a nosotros y nos preguntase vos, ¿ quién sos ?, si nos preguntara: "Vos, ¿qué podrías decir de ti mismo?" ... Nosotros, ¿Qué responderíamos?... O dicho de otro modo, unidos a nuestra fe; si alguien viniera y nos preguntara como le preguntaron a Pedro, ¿ Tenés algo que ver con Jesús? Si la gente nos dijera : Tu vida, tus cosas, tu mentalidad, tus comportamientos prácticos, ¿tienen algo que ver con el Evangelio? ... NOSOTROS, ¿ QUE CONTESTARIAMOS ?
El evangelio de este domingo nos interpela sobre una realidad que nos cuesta aceptar, nos cuesta asumir, y más en estos tiempos que estamos viviendo: descubrir que por el bautismo, nuestra vocación más profunda es la de ser testigos.
Y hay que reconocer que en este tema en seguida miramos para el costado: nos escandalizamos del pecado de los demás, ...empezamos a criticar a los otros diciendo como puede ir a Misa y después hacer tal o cual cosa, ... nos indignamos del antitestimonio de alguna autoridad de la Iglesia, y así miles de excusas.
Cuando la primer pregunta debería ser: ¿Somos NOSOTROS testigos de Jesús en el mundo? ¿Somos verdaderos testigos del amor de Dios en nuestra casa, con nuestros amigos, en el trabajo, en cada uno de los ambientes en que nos movemos? ¿O nos da vergüenza, o tenemos miedo de gritar a los cuatro vientos que Jesús es el salvador, por todo lo que implica ir contra la corriente, o simplemente quizas no nos damos cuenta de que nuestra vida es el único evangelio que leerán algunos de nuestros hermanos?
Cuentan que un grupo de periodistas, visitando Egipto para realizar varias filmaciones, fueron recibidos en El Cairo, por el director general de la Televisión egipcia. Y que éste, después de darles todas las facilidades para su trabajo, se despidió de ellos regalándoles un ejemplar del Corán, no sin antes besar respetuosamente la portada del libro. Y estos mismos periodistas cuentan como se admiraron de ese gesto religioso.
Quizas la pregunta que tendríamos que hacernos es porque se admiraron. Capaz porque acá, a los cristianos nos cuesta reconocernos como tales. No es que se trate de convertirnos en hinchas fanáticos de un equipo de fútbol, que sólo saben hablar de su propio equipo..., sino de convertirnos en gente a quien la fe le salga por las obras como la respiración sale de los pulmones.
Claro que para esto hay que empezar por tener el corazón muy en Dios,... para hablar bien de Él. Cuando la Fe haya crecido lo suficiente dentro nuestro, entonces nuestro testimonio empezará a salir espontáneamente en nuestros gestos y en nuestras palabras.
Eso es quizas lo que nos falta tener: el corazón muy unido a Dios. Porque sólo así seremos verdaderos testigos. El testigo es alguien que puede hablar de lo que ha visto y oído. El testigo no es solamente alguien que cree en Jesús, sino alguien que vive la propia vida de Jesús, es alguien que conoce a Jesús no sólo por lo que le enseñaron o por lo que estudió sino sobretodo por el contacto personal con el Señor en su vida interior. Es alguien que refleja en su propia vida la luz de Cristo que brilla en su interior, ... y con sólo vivir ya va transformando la vida de los que lo rodean.
... leyendo en un libro sobre San francisco de Asís, narra un autor la experiencia de un vendedor que pasaba cada 4 o 5 días por el pueblito que quedaba cerca de la cueva en la que estaba Francisco. Y este vendedor un buen día quedó asombrado de este pueblo al que visitaba todas las tardes San Francisco. Y entonces al llegar el vendedor a la posada del pueblo le pregunta al posadero: ¿que esta pasando en este pueblo? Ya que le llamaba la atención como habían cambiado algunas cosas. Por ejemplo había pasado por la casa del matrimonio de la esquina de la plaza que siempre se llevaban a las patadas, y esta vez ni se sentían los gritos. Y también en la misma plaza estaba Pedro fresquito, cuando siempre lo encontraba tirado en el piso de la borrachera. ...Y así otros tantos cambios... Entonces el posadero le dice: la culpa la tiene Francisco. Y este le pregunta ¿quien es Francisco?, ¿qué es alguien grande?, ¿llamativo?. ¡No!, le responde le posadero: es un hombre que vive en la montaña, es descarnado, es seco, y además no es alto, tiene el cuello flaco y los brazos cortos, va mal vestido, descalzo, y con una túnica toda remendada.
Pero.., dice.., anda siempre contento..., como si tuviera Luz en la cara..., en los ojos sobretodo... Y habla cosas claras que entiende todo el mundo... y sobretodo que parecen verdad..., cuando este hombre habla de Dios, sabe lo que dice, habla por experiencia, no sólo por lo aprendido en los libros.... Es como si lo estuviera viendo...., se le nota.
Ojalá Dios nos conceda esta gracia a cada uno de nosotros en esta navidad que se acerca. Que no sea una navidad más. Que nos preparemos bien, sobretodo a través de la adoración en estos 10 días que faltan para el 25, para que Jesús vuelva a nacer. Para que Él que es la Luz, vuelva a encender nuestro corazón, y así nosotros podamos iluminar a los que nos rodean.
Ojalá que podamos, ... como San Juan el Bautista, ... como San Francisco, ... como todos aquellos a quienes Cristo les transformó la vida, ... que nosotros también podamos decirle al mundo de hoy: en medio de ustedes hay alguien a quien todavía no conocen: JESUS. Y yo estoy dispuesto a darlo a conocer con el testimonio de mi vida.
Que la Virgen nos conceda esta gracia.
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