1) Si la secularización
detesta lo religioso y lo arrincona, hoy la liturgia es terriblemente
antropocéntrica y con poco espíritu religioso. Por ejemplo, un solo ejemplo,
las nuevas iglesias que se construyen apenas parecen lugares de culto católico
–ni en la fachada ni en la distribución de los espacios litúrgicos- sino
edificios que pasan inadvertidos, disimulados, y por dentro, un gran salón
multiusos.
2) Si la secularización
se ha aliado con la dictadura del relativismo, negando la Verdad, hoy en la
liturgia la predicación católica apenas aborda los grandes contenidos
dogmáticos de la fe, o, si lo hace, cualquiera se cree con derecho para
predicar sus opiniones particulares y las reinterpretaciones que se le ocurran.
Ese relativismo valora la celebración litúrgica como algo que no es fijo e
inmutable, sino que va a gusto del celebrante, del equipo de liturgia o de la
comunidad. El relativismo secular aquí es que nada es verdadero o intocable y
por tanto la liturgia hay que reinventarla siempre.
3) Si la secularización
sustituye a Dios por el hombre, la liturgia secularizada también. Un
protagonismo excesivo del hombre relega a Dios a un pretexto por el que los
fieles se reúnen: aquí lo importante son los hombres, no Dios. Se multiplican
las intervenciones para que haya más protagonistas humanos: más moniciones, más
peticiones (¡leídas cada una por un lector!), más ofrendas con más moniciones
(ofrendas «simbólicas» para destacar «nuestro» compromiso, «nuestra» entrega),
supuestos «testimonios» que se introducen en la homilía, discursos de «acción
de gracias» después de la comunión, etc., etc. Es la subversión secular de la
liturgia que ya no celebra a Dios, sino que se celebra al hombre. Es muy
elocuente, por ejemplo, que se afirme tranquilamente que en la Misa «los
protagonistas fueron los jóvenes de Confirmación», «los protagonistas fueron
las parejas de los cursillos prematrimoniales», etc.
«La peor presencia del
secularismo en la celebración litúrgica ha sido, pensando que era preciso
cambiar radicalmente el culto para adaptarse a la mentalidad secularizada del
hombre moderno, pasar de celebrar el misterio de Cristo y la adoración a Dios a
celebrar una ideología o una realidad personal o social, convirtiendo la
liturgia en una autocelebración» (Rodríguez, P., La sagrada liturgia, 302).
4) Si la secularización
sólo valora lo asistencial de la Iglesia y los valores, una liturgia
secularizada se despreocupará de todo lo que no sea hablar y potenciar los
valores, el compromiso y las tareas terrenas. La liturgia secularizada es pura
ideología que se dedica a grabar consignas en los fieles según el estilo del
mundo: es un nuevo moralismo, horizontalista. Esto se ve en la proliferación de
palabras en la liturgia, o sea, el verbalismo, en muchas moniciones
innecesarias y en homilías, igualmente largas, que sólo tratan de «valores»,
justicia, transformación del mundo, ser felices y hacer felices a los demás.
«Hay que recordar que
el cristianismo europeo ha pasado por la grave crisis de la Ilustración, que
intentó despojar al cristianismo de los elementos sobrenaturales, reduciéndolo
a un vago deísmo, a una religión sin dogmas, sin revelación, sin la gracia y
sin el pecado, racionalizado, o a un mero sentimiento religioso; en
consecuencia, enfatizó el aspecto moralizador. Las consecuencias para la
liturgia fueron negativas, pues se eliminó de ella el culto de Dios o la
adoración a Dios y, en consecuencia, el amor que da la vida por el prójimo… En
este sentido, se explica el racionalismo, el subjetivismo, el sentimentalismo,
el didactismo, etc., que caracterizan algunas formas litúrgicas actuales»
(Fernández, P., La sagrada liturgia, 103).
5) Si la secularización
ignora la trascendencia, una liturgia secularizada se convierte en fiesta
humana, entretenida, arrinconando el sentido religioso y sagrado. Tres ejemplos
lo pueden ilustrar. El primero es la ausencia de silencio en la liturgia. Se
omiten los silencios previstos en el acto penitencial, tras el «Oremos» de la
oración colecta, después de la homilía, después de la comunión. El silencio
sagrado se vuelve un invitado extraño y ajeno a la liturgia secularizada. Un
segundo elemento: la música y el canto. Ya no se puede calificar de «canto
litúrgico». Se buscan ritmos e instrumentos atronadores que impidan el
recogimiento orante y gestionen mejor una psicología grupal y sus emociones;
las letras son expresiones sentimentales muy ajenas a la Tradición de la
liturgia y sus himnos, y además no se respetan los contenidos fijos cuyo texto
es invariable (Gloria, Credo, Sanctus, Padrenuestro). Y un tercer elemento: se
arrinconó la adoración y culto a la Eucaristía fuera de la Misa. La exposición
del Santísimo, que permite el encuentro con Cristo y la adoración
contemplativa, no tenían lugar en la liturgia secularizada: ¡sólo la Misa
convertida en un festival con discursos moralistas! Y, por extensión, el
abandono de la Liturgia de las Horas, que muchos de los actores secularistas (sacerdotes
y religiosos) arrinconaron por no encontrarle valor a la oración litúrgica,
contemplativa y adorante.
Las descripciones son
claras para que se comprenda bien lo que es una liturgia secularizada y el
problema grande que representa para la vida de la Iglesia:
«Con frecuencia nos
encontramos con celebraciones litúrgicas que adolecen de carencias pastorales.
Por ejemplo, celebraciones que, asemejándose más a meros encuentros sociales,
carecen del recogimiento que favorece el encuentro con Dios, es decir, la
verdadera oración, o celebraciones cuyas homilías de sacerdotes católicos
pudieran ser pronunciadas lo mismo por un pastor protestante, o cantos
ejecutados durante la liturgia que invitan a mover el cuerpo, mas no mueven el
alma. Y sabemos que si la celebración litúrgica no es oración y oración devota,
transmitiendo en un contexto sagrado y solemne la verdadera fe, es un fraude,
que ofende a Dios y engaña a los hombres» (Fernández, P., La sagrada liturgia,
291).
Vemos así el panorama
de una liturgia secularizada que no es más que una burda caricatura de la
liturgia católica.
P. Javier Sánchez
Martínez
Excelente artículo que nos habla claramente de un problema generalizado. La Sagrada Liturgia es, ante todo, el culto debido a Dios, y cuando se seculariza, pierde su sentido de culmen y fuente de la vida de la Iglesia.
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