La realidad es que no se puede ser católico y masón. San Juan Pablo II, Papa, una vez decretado el Nuevo Derecho Canónico (1983), firmó una Declaración sobre la Masonería, publicada por la Congregación para la Fe del 26 de noviembre de 1983, en la que se reafirmaba que la pertenencia a la Masonería es un pecado grave que impide a los católicos «acercarse a la Sagrada Comunión».
También afirma este documento que la posición de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas se mantiene sin alteración, ya que los principios de la masonería siempre se han considerado irreconciliables con la doctrina de la Iglesia Católica.
Diversos autores especialistas en la masonería han destacado la condición luciferina de la misma. De hecho, en el rito para alcanzar altos grados de las logias (p.e, el 29 en la logia escocesa), se hace una profesión explícita de rechazo a la cruz y de consagración a Bafomet.
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