10 de noviembre de 2014

La piedad eucarística en otras confesiones cristianas

En la primera mitad del siglo XVI, con los protestantes, se presentan teorías anti-eucarísticas y por eso el concilio de Trento, en 1551, se ve obligado a reafirmar la fe católica frente a ellos, que la niegan:
«Si alguno dijere que, acabada la consagración de la Eucaristía, no se debe adorar con culto de latría, aun externo, a Cristo, unigénito Hijo de Dios, y que por tanto no se le debe venerar con peculiar celebración de fiesta, ni llevándosele solemnemente en procesión, según laudable y universal rito y costumbre de la santa Iglesia, o que no debe ser públicamente expuesto para ser adorado, y que sus adoradores son idólatras, sea anatema» (Denz 1656).


El anglicanismo, sin embargo, reconoce en sus comienzos la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Y aunque pronto sufre en este tema influjos luteranos y calvinistas, conserva siempre más o menos, especialmente en su tendencia tradicional, un cierto culto de adoración (Bertaud 1635). El acuerdo anglicano-católico sobre la teología eucarística (IX-1971), es un testimonio de esta aproximación doctrinal («Phase» 12, 1972, 310-315). En todo caso, el mundo protestante actual, en su conjunto, sigue rechazando el culto eucarístico.
Las Iglesias de Oriente, en fin, todas ellas, promueven en sus liturgias un sentido muy profundo de adoración de Cristo en la celebración misma de los Divinos Misterios. Pero fuera de la Misa, el culto eucarístico no ha sido asumido por las Iglesias orientales separadas de Roma, pues permanecen fijas en lo que fueron usos universales durante el primer milenio cristiano. Ha sido en cambio recibido por las Iglesias orientales que viven la comunión católica (Mysterium fidei 41). En ellas, incluso, hay también institutos religiosos especialmente destinados a esta devoción, como las Hermanas eucarísticas de Salónica (Bertaud 1634-1635).    


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