30 de septiembre de 2014

Beato Alvaro del Portillo: un obispo con alma eucarística


 “Toda nuestra vida, nuestros pensamientos y nuestras palabras, nuestras obras y nuestros deseos, han de ser para el Señor Sacramentado”.
 “Un alma de fe reconoce en el Sacrificio del altar el portento más extraordinario que se lleva a cabo en este mundo nuestro. Asistir a la Misa –para los sacerdotes celebrarla-, significa tanto como desligarse de los lazos caducos de lugar y tiempo, propios de nuestra condición humana, para situarnos en la cima del Gólgota junto a la Cruz donde Jesús muere por nuestros pecados, participando activamente en su Sacrificio redentor”.
 “Sólo de Jesucristo escondido en el Sagrario provienen los verdaderos frutos de apostolado”.

“Pidamos perdón a la Trinidad Beatísima por nuestras negligencias pasadas y, amparándonos en la intercesión de nuestro santo Fundador, y siguiendo su ejemplo, hagamos el propósito de vivir el Santo Sacrificio, como trabajo de Dios: un trabajo que absorbe, que encanta, que cuesta, que agota, porque requiere que pongamos en esa acción divina nuestros sentidos y potencias, todo nuestro ser”.
 “No hay nada que se pueda comparar en esta tierra a la unión con Cristo en el Sacrificio del altar”.

 “Mientras no se trate con más amor al Señor en este Sacramento adorable, la Iglesia no superará estos momentos de dura prueba”.

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