6 de marzo de 2014

Al participar de la Misa entramos en el misterio de Dios

En su homilía matutina en la Domus Santa Marta del pasado 10 de febrero el Papa Francisco comentó con hermosísimas palabras la teofanía ocurrida el día de la dedicación del templo de Jerusalén, una vez terminada su construcción por el rey Salomón.


Se lee en el texto sagrado que “cuando salieron los sacerdotes del santuario, la nube llenó la casa de Yavé, sin que pudieran permanecer allí los sacerdotes para el servicio por causa de la nube, pues la gloria de Yavé llenaba la casa” (I Reyes 8, 10-11).

"La celebración litúrgica –señaló el Papa- no es un acto social, un buen acto social; no es una reunión de los creyentes para rezar juntos. Es otra cosa. En la Liturgia, Dios está presente… Cuando asistimos a misa, “no hacemos una representación de la Última Cena: no, no es una representación. Es otra cosa: es justamente la Última Cena. Es justamente vivir de nuevo la Pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente sobre el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo”.

La misa “es una conmemoración real, o sea es una teofanía: Dios se acerca y está con nosotros, y nosotros participamos del misterio de la Redención”.

Lamentando que muchas veces estemos más pendientes de la hora que del misterio que presenciamos, el Papa Francisco señaló: “la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos entrar allí, en el tiempo de Dios, ren el espacio de Dios y no mirar el reloj”; luego concluyó: “hoy nos hará bien pedir al Señor que dé a todos nosotros este ‘sentido de lo sagrado’, este sentido que nos hace entender que una cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el Rosario, rezar tantas oraciones hermosas, hacer el Vía Crucis, muchas cosas bellas, leer la Biblia… y otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en aquel camino que nosotros no podemos controlar: solamente Él es el Único, Él la gloria, Él es el poder, Él es todo. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios”.

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