24 de marzo de 2013

Oración para la Semana Santa

Oración de San Buenaventura

Sucesor de San Francisco, Padre de la Iglesia (1221-1274)



Un detalle del Lignum Vitae o Árbol de la Vida, que representa en la cúspide de la Cruz al pelícano con sus polluelos (símbolo de la Eucaristía) de Pacino de Bonaguida.

Abajo la pintura completa, donde se observan 48 frutos (imágenes) de la vida de Cristo, en alusión a las 48 reflexiones de San Buenaventura sobre el Lignum Vitae. En la parte inferior muestra a Adán en el Paraíso (Creación y caída); en la superior, los santos en el Cielo.




Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo

y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad

apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte

y en deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse en los

atrios de tu Casa; anhele ser desligado del cuerpo para unirse contigo

Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles, alimento de las almas

santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor, y de

todo suave deleite.

Oh Jesús, en quien se desean mirar los Ángeles: tenga siempre mi corazón

hambre de Ti, y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor;

tenga siempre sed de Ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia,

río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios.

que te desee, te busque, te halle; que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable,

y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y

discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta

el fin.

para que Tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza

mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz,

mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi

auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre

fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón.

Amén.

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