Nuestros hermanos que están pasando por situaciones difíciles, tienen una necesidad especial de ser visitados por el Señor mismo en el sacramento de la Eucaristía. Sentir la cercanía de la comunidad eclesial, participar en la Eucaristía y recibir la santa Comunión en un período de la vida tan particular y doloroso puede ayudar sin duda en el propio camino de la fe y favorecer la plena reinserción social de la persona.
El encuentro con Jesús presente en la Eucaristía es germen de una nueva vida. Se debe creer realmente que la sola presencia eucarística obra en los corazones más que cualquier cosa que se pueda hacer o decir. Sólo Jesús sana y da la libertad.
También para el acompañante debe ser primordial la relación con el Pan de Vida. Si quiere realmente encontrarse con Jesús presente en el pobre, debe primero tener una profunda intimidad con Jesús presente en la Eucaristía. Sólo así podrá reconocer en el rostro sufriente al Señor muerto y resucitado.
Y la Eucaristía debe ser también el punto de llegada de la misión de acompañar. Dejar en manos del Señor cada persona con la que se ha estado recordando sus nombres. Dejar en Él los dolores y dificultades. Pedir por las intenciones que nos fueron diciendo y por las no dichas. Dar gracias por el regalo de caminar junto al hermano que hoy nos necesita de un modo especial. Y dejar, sobre todo, que sea Él quien obre en el corazón del acompañado, y del acompañante.
El encuentro con Jesús presente en la Eucaristía es germen de una nueva vida. Se debe creer realmente que la sola presencia eucarística obra en los corazones más que cualquier cosa que se pueda hacer o decir. Sólo Jesús sana y da la libertad.
También para el acompañante debe ser primordial la relación con el Pan de Vida. Si quiere realmente encontrarse con Jesús presente en el pobre, debe primero tener una profunda intimidad con Jesús presente en la Eucaristía. Sólo así podrá reconocer en el rostro sufriente al Señor muerto y resucitado.
Y la Eucaristía debe ser también el punto de llegada de la misión de acompañar. Dejar en manos del Señor cada persona con la que se ha estado recordando sus nombres. Dejar en Él los dolores y dificultades. Pedir por las intenciones que nos fueron diciendo y por las no dichas. Dar gracias por el regalo de caminar junto al hermano que hoy nos necesita de un modo especial. Y dejar, sobre todo, que sea Él quien obre en el corazón del acompañado, y del acompañante.
Te invitamos a conocer a dos personas que se encontraron con
Jesús Eucaristía, uno en la cárcel y el otro en la adicción.
Testimonio de un hermano detenido en la carcel de Devoto
Nos cuenta como cambio su estadia en prision tras notar la presencia de Jesus
entre sus compañeros.
Alejandro, cuando escribió lo que sigue, estaba
detenido en la cárcel de Devoto desde hace dos años. Unos meses después recuperó
la libertad y hoy está dedicado a su familia. Trabaja en un estudio de abogados
(empezó a estudiar derecho estando en la cárcel) Bueno Gente, les cuento que me
llamo Alejandro y me encuentro detenido en Devoto desde el 2 de Junio de 2006.
Acabo de llegar del CUD (la Facu) y mis compañeros me estaban esperando para comer algo juntos. Con estos pibes hace ya casi 2 años que vivimos en el mismo rancho. Por si no lo saben “rancho” es el grupo compuesto por 2, 3, 4, 5 o 6 personas o más y comparten la comida y otras cosas. Les cuento que es la primera vez que estoy detenido (espero que sea la última) En el momento de mi detención tenía 33 años, mi esposa en ese momento también tenía 33 años y mi hijo 5 años y medio. Aunque quieran imaginarse lo tremendo y catastrófico que es pasar por el momento de una detención y sus posteriores momentos, no van a poder, y espero y deseo que no tengan que pasar por esto para averiguarlo. En mi caso particular me encuentro detenido, acusado por tráfico de drogas (Ley 23737) Pero mis verdaderos oficios son: la compra y venta de automóviles y la importación y venta de electrónica. Estar detenido queridos míos, significa mucho sufrimiento, no solo físico sino también psíquicos. Imagínense que mi vida era dedicarme todo el tiempo a mi hijo y mi mujer, que dicho sea de paso, hace 12 años que estamos juntos, sin contar que nos conocemos desde los 11 añitos, ¿qué loco, no? En un minuto cambió toda mi vida, mis costumbres. Cambiaron tantas cosas que si me las pongo a enumerar no termino más. Pero bueno, es lo que me toca vivir en este momento. Ojo, también con esta experiencia uno aprende a valorar muchas cosas, muchos momentos, a muchas personas. Aquí se ven cosas que uno nunca pensó que las iba a ver y mucho menos a vivir. Pero... al mes más o menos de estar detenido nos visitó en el pabellón el Padre Mariano y nos invitó a concurrir a Misa. Mis compañeros y yo nos enganchamos un montón y a los poquitos meses estábamos participando del primer retiro espiritual que se realizaba en una prisión, “qué tal”. Fue una experiencia increíble, y muy linda, pero lo que más me llamó la atención fue la unión que quedó entre los internos, los curas y las ayudantes de Caritas. Fue como si Cristo en persona hubiese estado presente con nosotros. Mejor dicho, fue en ese momento cuando nos dimos cuenta que en realidad siempre está con nosotros. A partir de ese momento mi vida en prisión comenzó a cambiar para bien. Pues me di cuenta que con la ayuda del Señor uno puede superar cualquier obstáculo por más difícil que sea. Haaa!! Les cuento que mientras estábamos realizando el retiro espiritual comenzamos a recibir palancas de mucha gente de distintos lugares del país e incluso de otros países. No lo podíamos creer que personas desde tan lejos orasen por nosotros y se interesasen tanto. Fue algo fantástico y muy emocionante, algo inolvidable. Quiero decirles que gracias a Dios soy uno de los pocos internos que tiene 2 visitas por semana. Pero así como yo tengo 2 visitas por semana hay gente que ni siquiera recibe una cartita. Si bien no puedo ponerme en su lugar, los veo, y uno puede imaginarse que detrás de esas caras tristes se esconden muy buenos seres humanos, con buenos sentimientos y sobre todo con ganas de comunicarse con cualquier persona que se encuentre del otro lado del muro (aunque sea por medio de cartas) Porque ojo, estar privado de la libertad no significa que carezcamos de afectos, todo lo contrario, lo que pasa es que el preso se vuelve muy poco demostrativo a causa de propio sistema carcelario que te induce a ser así. Amigos, no crean que soy inocente, seguramente si fuese así ahora estaría en libertad junto a mi familia. Tampoco piensen que soy el peor, soy alguien que se equivocó y que está pagando y penando por esa equivocación, y así como yo todos los que estamos privados de la libertad. Pero hay algo peor que por dentro me corroe, ¿saben qué es?... es que mi familia está sufriendo a la par mía y eso va a ser muy difícil de perdonármelo a mi mismo. Es que nunca me imaginé que mi hijo tenga que venir a visitarme a una cárcel. Igualmente es el día de hoy y me sigue viniendo a visitar cada 15 o 20 días. También mi mujer sigue viniendo, aunque ella viene más seguido. Tengo un hermanito que también viene a verme todas las semanas (va, hermanito no, hermanazo porque tiene 27 años jaja) Sin olvidarme de mi hermana (31 años) y mi MAMÁ que viene los domingos. Saben?? a veces pienso que las disfruto más aquí adentro que cuando estaba en libertad, será porque la ambición a veces te vuelve inquieto, egoísta y te resta percepción para saber si alguien te necesita. Y cuando digo necesitan, no me refiero a cosas materiales, me refiero a las necesidades del “CORAZÓN” Y gracias a Dios esas necesidades fueron, son y serán GRATIS. Estoy convencido de que a partir del primer instante de mi libertad no voy a parar de mimar y contener a todos ellos. Bueno, queridísima gente me voy a ir despidiendo, porque si me pongo a acordar más cosas esta carta no terminaría jamás. Un abrazo enorme para todos y gracias por escucharnos. Ale
Testimonio de un hermano adicto a drogas
Nos comparte su historia y su recuperacion a traves de la Comunidad Cenacolo donde puedo experimentar la presencia Real de jesus Eucaristia.
Mes de Julio. Multitud de gente asistiendo a la misa. Todos peregrinos. Entre ellos, yo.
El sacerdote que preside la Misa decide hacer pasar al ambón a un joven para que contara su experiencia de vida. Había sido drogadicto y hoy no lo es más. Alrededor de 500 eran los presbíteros concelebrantes. Sin embargo tan solo uno, un simple laico, toma la palabra.
Este jóven quería expresar lo que la vida de fe le había cambiado. De ser drogadicto, gracias a la ayuda de quienes a ello entregan su vida, conoció la Fe. Llegó a una comunidad donde no se toman pastillas, no se llaman a los psicólogos ni a los médicos, no porque no o valgan, sino porque tienen otro método. Quien sábe?? Tal vez sea superior. Vida de fe y oración. Trabajo, amistad sincera y Oración.
Pero de entre ellas el jóven habló básicamente de la oración:
"Sí, Jesús salvó mi vida. Bueno, no es que la salvó, eso va a ser cuando llegue al Paraíso. Más bien la transformó, y al día de hoy la sigue transformando. De niño viví muchas cosas, pero ninguna me llenaba. Más bien me pasaba lo contrario. En casa siempre habían peleas. Papá y mamá siempre discutían. Y entre mis hermanos todo se arreglaba a los golpes. Nunca un "Te quiero", o bien "Perdoname, me equivoqué yo", o tan solo un abrazo. Papá todo el día trabaja, mamá preocupada por todo menos por sus hijos, de ellos se encarga la escuela. No tengo nada que reprochar a mis padres ni a mis hermanos, si ellos se equivocaron fue simplemente porque nadie les enseño qué era lo correcto y que no.
Pero esto a mi no me alcanzaba. Cuando sentía el vacío dentro de mí quería salir corriendo, al principio. Después llega un momento que si uno no resuelve los problemas, los problemas lo resuelven a uno. Y fue así como, no conociéndo otros medios, quise ser yo también violento. Pero no me salía, porque cada vez que me comportaba así me sentía más mal.
Nunca tuve a quien contarle las cosas. De ahí que empecé a llamar la atención en un grito desesperado de AUXILIO!! Pero la respuesta fué el psicólogo, psicofármacos, terapia, bla bla bla. Pero nunca un "Te Quiero".
Probé con el amor libre de varias chicas, pero al llegar a casa el vacío era peor. Probé con la pornografía, pero cada día más me enfermaba. Hasta que un buen día, empezando a frecuentar la calle, probé el alcohol, y finalmente las drogas. El vacío era tal que solo con ellas lo podía tapar y solo por ello no podía dejar de tomar. Y tomando y tomando me fuí consumiento. Hoy peso 83 kilos, en ese entonces, pocos años atrás solo 43 pesaba.
Finalmente los doctores me dieron por perdido y se rehusaron a seguir atendiéndome. Fuí internado en un psiquiátrico de donde también me echaron, mandandome a mi casa con terapia ambulatoria, parece ser que mi lugar no era más mío, pues mis padres no tenían más dinero para seguirles pagando.
Así fué como gracias a un sacerdote amigo del barrio vine a saber que había una comunidad en la que no se pagaba. Sin embargo solo quería morir, morir o drogarme. Finalmente fuí porque no me quedaba otra, mis padres ya cansados de mi me dejaron allí sin posibilidad de volver a casa. Me quedé solo por el techo y la comida, era pleno invierno y no tenía donde ir. Pero ni bien llegué salió al encuentro el responsable del lugar, me preguntó si había comido. Luego me mandó a duchar, me dió ropa nueva y me dejó con otro chico que me acompañaría los primeros días. Allí empecé a sentir la verdadera amistad por primera vez, pues cada vez que yo peleaba con alguien, luego de dos días venían a mi encuentro a pedirme disculpas, incluso si el equivocado era yo. También me señalaban mi error, pero por mi bien, para que lo cambiara, no para hacerme daño. Y si bien rezábamos y tabajábamos todos los días, no entendía de dónde sacaban la fuerza para amar. Me sentía simplemente querido y por eso decidí seguir el camino que me proponían.
Pero quise averiguar, quise estar tan bien como ellos. Entonces pregunté. Sin decir palabra alguna, esa misma noche a las 2 de la mañana aquél a quien le había preguntado me despertó y me dijo que lo acompañara a la capilla. Cuando llegamos ví que habían otros 3 arrodillados en silencio en frente al Santísimo. En seguida comprendí que me había llevado a rezar.
No puedo explicar cómo, pero sentí la necesidad de rezar yo también. Fué como que sentí la presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía por menos de un segundo. Eso me alcanzó para prometerle que iría todas las noches al menos un rato, pero que al mismo tiempo le pedía que se las arreglara Él con mi vida, porque yo ya no daba más. Nunca más sentí esa presencia, pero tampoco dejé de ir una noche. Desde ese día rezo todos los días, sin faltar uno.
Para cuando me quise dar cuenta mi vida ya había cambiado bastante. No sé cómo. Hasta creo tonto querer entenderlo con mi cabeza, ya que con ella sólo llegué a drogarme. Pero sin embargo siento que soy el hombre más felíz del mundo. Hoy ya no necesito de las drogas, no necesito del mal para seguir viviendo. Sólo necesito de Él, que no es otro que el que da la vida a cada cosa. Y cuando vivo alguna dificultad, que no son pocas, voy a rezar. Porque hoy sigo siendo el mismo que fuí siempre, no es que viví una teletransformación o quien sabe que cosa, sino que puedo vivir la vida de otra manera. Realmente Él hace nueva todas las cosas"