9 de abril de 2010
EUCARISTíA - La presencia de la Misericordia -
La Encarnación ansiaba que Jesús se quedara con nosotros hasta el fin de los tiempos en la Eucaristía. Por este milagro, el más grande de Su amor, Jesús permanece con nosotros bajo la forma de pan y vino, no solamente para nuestra alimentación espiritual, sino también para que nosotros le hagamos compañia a El.
En la Eucaristía, Cristo está totalmente presente, tal y como está en el cielo. La Eucaristía, explica el Papa León XIII, contiene "en una variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales" (Encíclica Mirae Caritatis).
La Eucaristía es lo esencial de la devoción a la Divina Misericordia y muchos de los elementos de la devoción son eucarísticos en su esencia (particularmente la imagen, la coronilla a la Divina Misericordia y la Fiesta de la Misericordia). La imagen, con sus rayos rojo y pálido, presenta al Señor Jesús Eucarístico, cuyo Corazón ha sido atravesado y que ahora derrama Sangre y Agua como una fuente de misericordia para nosotros. Es la imagen del regalo expiatorio de misericordia dado a nosotros por Dios y hecho presente en cada Santa Misa.
Varias veces en su Diario, Santa Faustina escribe haber visto los rayos rojo y pálido proceder no de la imagen, sino de la Santa Hostia. Y una vez, mientras el sacerdote exponía el Santísimo Sacramento, ella vio que los rayos de la imagen traspasaron la Hostia y de ahí se difundieron hasta que cubrieron al mundo entero (vea Diario, 441). Así mísmo, deberíamos ver con ojos de fe, en cada Hostia, al Salvador Misericordioso derramándose como una fuente de misericordia para nosotros.
Este concepto de la Eucaristía como una fuente de gracia y misericordia, se encuentra no solamente en el Diario de Santa Faustina, sino también en las enseñanzas de la Iglesia... La Iglesia enseña claramente que todos los demás sacramentos están dirigidos hacia la Eucaristía y sacan su fuerza de ella.
Por ejemplo, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, leemos: "Sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente". Y, en una nota en el Catecismo del Concilio de Trento, a los sacerdotes se les anima a que "comparen la Eucaristía a una fuente y los demás sacramentos a riachuelos. Porque verdadera y necesariamente se debe llamar a la Santa Eucaristía la fuente de todas las gracias, conteniendo de una manera admirable, la fuente misma de dones y gracias celestiales y al Autor de todos los sacramentos, a Cristo nuestro Señor, de quien, como de Su fuente, procede todo lo que hay de bueno y perfecto en los demás sacramentos".
No nos sorprende, entonces, que Sor Faustina le tuviera tanta devoción a la Eucaristía y en su Diario escribiera de ella de una forma muy poderosa:
-Un gran misterio se hace durante la Santa Misa... Un día sabremos lo que Dios hace por nosotros en cada Santa Misa y qué don prepara para nosotros en ella. Sólo Su amor divino puede permitir que nos sea dado tal regalo... Una fuente de vida que brota con tanta dulzura y fuerza... (Diario, 914).
-Todo lo bueno que hay en mí es gracias a la Santa Comunión (Diario, 1392). Aquí [en la Santa Comunión] está todo el secreto de mi santidad (Diario, 1489). Una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión.
-De ella tomo fuerza, en ella está mi fortaleza. Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión... Jesús oculto en la Hostia es todo para mí... No sabría cómo glorificar a Dios si no tuviera la Eucaristía en mi corazón (Diario, 1037).
-Oh Hostia Viva, mi única Fortaleza, Fuente de Amor y de Misericordia, abraza al mundo entero, fortifica a las almas débiles. Oh, bendito sea el instante y el momento en que Jesús nos dejó Su misericordiosísimo Corazón (Diario, 223).
En la Misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad.
¡Sed testigos de la Misericordia!
(Juan Pablo II)
Ten miserocordia de nosotros y del Mundo entero
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