14 de noviembre de 2009

Adoracion 2da semana de Noviembre

Adoración a Jesús Eucaristía

"He conocido y creído el amor que me tienes. Y ante este amor sólo puedo callar, hacerme vacío para que Tú puedas volcarte, desahogar en mí tu amor; dejarme en tus manos para que puedas amarme todo lo que quieras. Amarte será dejarme amar".

Nuestra tarea principal en la oración es amar. Pero en la relación con Dios, amar es dejarse amar. Y esto no es tan fácil como parece. Debemos creer en el amor, cuando tenemos una facilidad tan grande para dudar en él. Debemos aceptar también nuestra pobreza.

Nos es más fácil, a menudo, amar que dejarnos amar. Cuando somos nosotros los que hacemos algo, los que damos, eso nos gratifica: nos creemos útiles. Dejarse amar supone el no hacer nada, el no ser nada. Nuestro primer trabajo en la oración es este: no pensar, ni ofrecer ni hacer nada para Dios, sino dejarnos amar por él como pequeños.

Canción o momento de reflexión...

Dejar a Dios la alegría de amarnos. Esto es difícil, porque supone creer absolutamente en el amor de Dios por nosotros. Y esto implica también consentir a nuestra pobreza. No existe un verdadero amor por Dios que no esté establecido en el reconocimiento de la absoluta prioridad del amor de Dios por nosotros, que no comprenda que, antes de hacer ninguna otra cosa, debemos recibir. “En esto está el amor, nos dice San Juan, no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero…” (1 Jn 4, 10).

Dios nos pide en primer lugar que nos dejemos amar, que creamos en su amor, y esto es siempre posible.
La oración es fundamentalmente esto: pararnos en la presencia de Dios para dejar que nos ame.

Si nos dejamos amar, es Dios mismo quien producirá el bien en nosotros y nos permitirá realizar “las buenas obras que Dios dispuso de antemano para que nos ocupáramos de ellas” (Ef 2, 10)

Canción o momento de reflexión...

El corazón no se despierta a la confianza sino cuando se despierta al amor, y tenemos necesidad de experimentar la dulzura y la ternura del Corazón de Jesús.
Aprendamos entonces a abandonarnos, a tener confianza total en Dios tanto en las grandes cosas como en las pequeñas, con la simplicidad de los niños.

La vida cristiana no consiste tanto en la lucha sino en adorar, que es dejar a Dios que sea. Dios ES, esto nos basta para sabernos siempre en sus manos y abandonarnos a lo que Él quiera para cada uno de nosotros.

Ante la inmensidad del amor y de la misericordia del Padre sólo cabe la adoración silenciosa y abandonada de quien abre su vida para dejarse amar por el Amor.

Dejémonos amar por Jesús, que viene a nuestro encuentro en la Eucaristía, entregándole todo lo que somos… para que Él lo revista con su amor.

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