16 de diciembre de 2015

Poesía navideña: José se dispone a hacerse de tu amor sagrario


Dulce Jesús mío,
mi niño adorado:
¡Ven a nuestras almas,
ven no tardes tanto!

¡Oh! Sapiencia suma
del Dios soberano,
que al nivel de un niño
te hayas rebajado.
¡Oh! Divino Niño,
ven para enseñarnos
la prudencia que hace
verdaderos sabios.



Del débil, auxilio,
del doliente, amparo,
consuelo del triste,
luz del desterrado.
Vida de mi vida,
mi dueño adorado,
mi constante amigo,
mi divino hermano.

¡Oh! Luz de los cielos,
sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas,
tu esplendor veamos.
Niño tan precioso,
dicha del cristiano,
luzca la sonrisa
de tus dulces labios.

Tu te hiciste niño
en una familia
llena de ternura
y calor humano.
Vivan los hogares
aquí representados
el gran compromiso
del amor cristiano.

Rey de las naciones,
Emmanuel preclaro;
de Israel, anhelo,
pastor del rebaño.
Niño que apacientas
con suave cayado,
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso.

Ábranse los cielos
y llueva de lo alto
bienhechor rocío
como riego santo.
Ven hermoso Niño,
ven Dios humanado,
luce, hermosa estrella,
brota flor del campo.

Niño del pesebre,
nuestro Dios y hermano,
tu sabes y entiendes
del dolor humano.
Que cuando suframos
dolores y angustias,
siempre recordemos
que nos has salvado.

Ven que ya María
previene sus brazos,
do su Niño vea,
en tiempo cercano.
Ven que ya José
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse
de tu amor sagrario.

Ven, Salvador nuestro,
por quien suspiramos.
¡Ven a nuestras almas,

ven no tardes tanto!

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