24 de octubre de 2014

NUESTRA SEÑORA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Virgen Inmaculada, Madre de Jesús y Madre nuestra, te invocamos con el nombre de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento porque Tú eres la Madre del Salvador que vive en la Eucaristía.   De ti tomó la carne y sangre con las que Él nos alimenta en la Sagrada Hostia.   Te invocamos también con este nombre porque la gracia de la Eucaristía nos viene por tu medio, pues Tú eres la mediadora, el canal, por donde nos llegan las gracias de Dios.   Y, por último, te llamamos Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, porque Tú fuiste la primera en vivir la vida Eucarística.   Enséñanos a orar la Misa como Tú lo hiciste, a recibir la Santa Comunión de una manera digna y frecuente y de visitar a Nuestro Señor devotamente en el Santísimo Sacramento.



Virgen Inmaculada, Tú estuviste presente en la muerte de tu Hijo Divino en el calvario, y ofreciste tu inmenso dolor en unión con Su Sacrificio.   Después de la Resurrección estuviste de nuevo presente en el Sacrificio real, pero incruento, de tu Hijo en la Santa Misa.   Enséñanos a unirnos a Jesucristo en la Consagración como Tú lo hiciste; obtén para nosotros la gracia de comprender la realidad de la Misa; y despierta en nosotros el deseo de asistir a la Misa con más frecuencia, inclusive diariamente.
 Virgen Inmaculada, tus Comuniones fueron las más fervorosas y las más santas que jamás se hayan hecho.   Cuando recibiste en tu Corazón a tu Hijo Divino, lo amaste más que nadie pueda amar a su Dios.   Enséñanos a hacer que la Santa Comunión sea el centro de  nuestra vida, como fue en la tuya, para que nuestras vidas sean enteramente dedicadas a prepararnos para la venida de Jesús en la Comunión y agradecerle por el regalo de sí mismo a nosotros.
 Virgen Inmaculada, después de la Ascensión de Jesús, tu consuelo al separarte de Él lo encontraste visitándole a menudo en el Santísimo Sacramento.   Logra para nosotros la gracia de estar conscientes siempre de Su presencia en el tabernáculo y de visitarlo frecuentemente como Tú lo hiciste, especialmente cuando estemos preocupados, solitarios, temerosos y con dolor de cuerpo o de mente.   Enséñanos a recordar que Él siempre está allí, listo a escucharnos, a guiarnos, a protegernos, y a consolarnos.
Virgen Inmaculada, Tú eres la modelo perfecta de los adoradores del Santísimo Sacramento.   Tú adoraste a Jesús en la pequeña hostia blanca con la misma fe, reverencia y majestad que tuviste cuando lo Adoraste en la primera Navidad y durante los demás años que viviste con Él.   Enséñanos a no olvidar que esa pequeña hostia blanca es realmente Dios, infinito, eterno y omnipotente.   Enséñanos también a conducirnos con la humildad y la solemnidad que se merece nuestro Dios todo el tiempo que estemos en su presencia.
Virgen Inmaculada, tú le diste a Jesús la acción de gracias más perfecta por la institución de la Eucaristía.  Enséñanos a darle gracias a tu Divino Hijo por el regalo de sí mismo en el Santísimo Sacramento. Enséñanos también a agradecerle debidamente después de haberlo recibido en la Comunión.   Dado a que nuestro agradecimiento, por más bueno que sea, nunca se podrá comparar al tuyo, permítenos ofrecerle tu agradecimiento después de la Comunión así como tu fervor, tu amor y tu devoción.
 Virgen Inmaculada, Tú le ofreciste a Jesús la perfecta reparación en la Sagrada Hostia.   Por amor a Él deseamos aceptar nuestras tribulaciones diarias y junto contigo, consolarlo por la ingratitud de los hombres y las ofensas y agravios que sufre Jesús diariamente en el Santísimo Sacramento por los que creen y los que no creen en Él.
Virgen Inmaculada, mientras que los apóstoles iban predicando el Evangelio, tú permaneciste junto a tu Divino Hijo en el Tabernáculo orando por las gracias que ellos necesitaban para convertir al mundo. Enséñanos a orar frente al Tabernáculo donde día y noche Jesús nos espera para escuchar y atender nuestras peticiones.   Enséñanos a orar no sólo por nosotros sino también por aquellos que no conocen su presencia en el Sacramento de Su amor, para que se les conceda el regalo de la fe y Su Reino Eucarístico se extienda por todo el mundo.
Virgen Inmaculada, la amante perfecta de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, te pedimos nos alcances las gracias que necesitamos para llegar a ser verdaderos adoradores de nuestro Dios Eucarístico. Concédenos, te suplicamos, conocerlo mejor, amarlo más y que la Eucaristía sea el centro de nuestras vidas para que toda nuestra vida sea una oración constante de adoración, de acción de gracias, de reparación, y de petición a Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.   Amén.
 Ruega por nosotros, Oh Virgen Inmaculada, Nuestra Señora del Santísimo Sacramento.
R. ¡Para que el Reino Eucarístico de Jesucristo venga a nosotros!
 OREMOS:
Señor Jesucristo, Rey nuestro y Dios nuestro, que en el Pan de la Eucaristía eres Dios verdadero y Hombre verdadero, te rogamos que al venerar este gran misterio, estemos conscientes de Tu Santa Madre, en cuyo cuerpo fuiste concebido por obra del Espíritu Santo.   Concédenos que logremos imitar la manera en que Ella Te veneró en la Sagrada Hostia, su adoración, su acción de gracias, su reparación, su oración, para que tu Reino Eucarístico se extienda y florezca por todo el mundo. Amén.
Virgen María, Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, gloria del pueblo cristiano, alegría de la Iglesia universal, salvación del mundo, ruega por nosotros y otorga a todos los fieles una verdadera devoción a la Santa Eucaristía para que sean dignos de recibirla a diario.


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