28 de junio de 2014

La indigencia del hombre y el poder de Cristo




“No tenemos más que cinco panes y dos pescados” (Lc 9,13). Tal es la respuesta de los discípulos ante el pedido de Jesús de alimentar a la multitud que los seguía en un lugar desierto (cf. Lc 9,12). Se trata de la confesión de una impotencia humana, que dará la oportunidad para que Jesús manifieste la omnipotencia divina mediante el signo portentoso de la multiplicación de los panes.

Desde el principio, la Iglesia ha entendido en este milagro del Señor, un signo que prefiguraba el pan eucarístico que Él nos dejaría como alimento para nuestra peregrinación terrena y como memorial perpetuo de su sacrificio redentor. El mismo Cristo así nos lo ha explicado al referirse a este acontecimiento en el sermón sobre el Pan de Vida, contenido en el capítulo 6 del Evangelio de San Juan.


“No tenemos más que cinco panes y dos pescados”. La evidencia que tenían los apóstoles ante la multitud que seguía a Jesús los preocupaba “porque eran alrededor de cinco mil hombres” (Lc 9,14) y ya caía la tarde (cf. Lc 9,12). Sabemos cómo procedió Jesús. Lo imposible para los hombres, lo volvió posible Él. Los apóstoles sólo pueden reconocer su incapacidad, expresar la necesidad de que Jesús hiciera algo.

Hoy como ayer, tanto en la vida privada como en la social, en nuestros proyectos apostólicos como en nuestras propias necesidades espirituales, Jesús espera que nos dirijamos a Él mostrándole la desproporción entre lo que tenemos y lo que necesitamos: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados”.

Jesús intervendrá, pero pidiendo a los apóstoles que colaboren, que aporten lo poco que tienen, que organicen al pueblo y distribuyan el pan. Esto mismo nos lo sigue pidiendo a quienes somos sus sucesores. 

Pero también en su medida, lo pide a toda la Iglesia y a cada bautizado.

Esta prefiguración de la Eucaristía, nos está enseñando que el amor salvador de Cristo es omnipotente y que la Iglesia está llamada a colaborar con Él en el ejercicio de la misericordia".

Extracto de la homilía de Mons. Marino en la solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Catedral de Mar del Plata, 1º de junio de 2013

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