18 de abril de 2014

Viernes santo: la Iglesia ayuna de la Santa Misa

Hay un día del año en que, por única vez, el centro de la liturgia de la Iglesia y su momento culminante no es la Eucaristía sino la cruz; o sea, no el sacramento, sino el acontecimiento; no el signo, sino lo significado. Ese día es el Viernes Santo. En él no se celebra la Misa, sino que sólo se contempla y se adora al Crucificado.

 
Aunque en la Vigilia Pascual se conmemore de manera unitaria tanto la muerte como la resurrección de Cristo como momentos del único misterio pascual, la Iglesia sintió muy pronto la necesidad de dedicar un tiempo aparte a la memoria de la Pasión, para poner de relieve la riqueza inagotable de aquel momento en el que “todo se cumplió”. Nacieron así, ya en el siglo IV, los ritos de la adoración de la cruz del Viernes Santo, que estaban destinados a ejercer a lo largo de los siglos un influjo tan determinante en la fe y en la devoción del pueblo cristiano.
 

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