Este misterio nos enseña cómo debemos comulgar.
Después que el cuerpo adorable fue bajado de la cruz, Nicodemus trajo cien libras de un perfume precioso, compuesto de mirra y de aloe, para embalsamarlo.
José de Arimatea ofreció para envolverlo un lienzo blanco, y para encerrarlo, una sepultura nueva, tallada en la roca, donde aún no se había puesto ningún cadáver; después se cerró la entrada del sepulcro con una piedra, se puso allí el sello de la autoridad pública y se estableció una guardia de soldados para custodiarlo.
Cuando el cuerpo de Nuestro Señor viene a nosotros en la sagrada Comunión, debemos también embalsamarlo con el perfume de los santos deseos, con los aromas de las buenas obras, y presentarle un corazón blanco como la inocencia, figurada en aquel lienzo sin mancha; una voluntad firme en el bien, como la piedra del sepulcro; una conciencia entermanete renovada por la penitencia; y, después de la Comunión, debemos cerrar la entrada de nuestro corazón con la piedra y el sello del santo recogimiento, y oponer la modestia, la mesura y la atención en nosotros mismos, como guardias vigilantes para impedir que nos arrebaten el tesoro precioso que hemos recibido.
¿Es así como lo hacemos?
Si que es un tesoro precioso!!! que hay que cuidar como la vida de uno mismo!
ResponderEliminarAgustin