8 de febrero de 2013

La Eucaristía y la acción del Espíritu Santo




Las liturgias orientales han atribuido siempre la realización de la presencia real de Cristo sobre el altar a una operación especial del Espíritu Santo. En la anáfora, llamada de Santiago, en uso en la Iglesia antioquena, el Espíritu Santo es invocado con estas palabras: “Envía sobre nosotros y sobre estos santos dones presentados, tu santísimo Espíritu, Señor y dador de vida, que se sienta contigo, Dios y Padre, y con tu único Hijo. Él reina consustancial y coeterno; ha hablado en la ley y en los profetas y en el Nuevo Testamento; descendió, bajo forma de paloma, sobre nuestro Señor Jesucristo en el río Jordán, posándose sobre él; descendió sobre los santos apóstoles, el día de Pentecostés, bajo la forma de lenguas de fuego. Envía éste, tu Espíritu, tres veces santo, Seños, sobre nosotros y sobre estos santos dones presentados, para que, por su venida santa, buena y gloriosa, santifique este pan y lo transforme en el santo cuerpo de Cristo (Amén); santifique este cáliz y lo transforme en la sangre preciosa de Cristo (Amén)”

La eucaristía lleva a cumplimiento esta serie de intervenciones prodigiosas. El Espíritu Santo que en Pascua irrumpió en el sepulcro y, “tocando” el cuerpo inanimado de Jesús, lo hizo revivir, en la eucaristía repite este prodigio. Desciende sobre el pan y sobre el vino, que son elementos muertos y les da vida, los transforma en el cuerpo y la sangre del Redentor. Verdaderamente – como dijo el mismo Jesús hablando de la eucaristía – es el espíritu el que da la vida. Un gran representante de la tradición eucarística oriental, Teodoro de Mopsuestia, escribe: “En virtud de la acción litúrgica, nuestro Señor es como resucitado de entre los muertos y, por la venida del Espíritu Santo, distribuye su gracia sobre todos nosotros… cuando el pontífice declara que este pan y este vino son el cuerpo y la sangre de Cristo, afirma que se han transformado por el contacto del Espíritu Santo. Sucede lo mismo que en el cuerpo natural de Cristo cuando recibió el Espíritu Santo y su unción. En ese momento, con la venida del Espíritu Santo, nosotros creemos que el pan y el vio reciben una especie de unión de gracia. Y desde entonces los consideramos el cuerpo y la sangre de Cristo, inmortales, incorruptibles, impasibles e inmutables por naturaleza, como el mismo cuerpo de Cristo en la resurrección”



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