10 de noviembre de 2012

Nueva Capilla de adoración perpetua en España



El Obispo de Alcalá de Henares ha hecho conocer una breve Carta de invitación a toda la comunidad diocesana, instituyendo la Capilla de Adoración Perpetua en la que fuera Capilla de las Santas Formas, bellamente restaurada:

CARTA DE MONS. JUAN ANTONIO REIG PLA
OBISPO DE ALCALÁ DE HENARES
ADORACIÓN PERPETUA DIOCESANA

Alcalá de Henares, 31 de octubre de 2012

Queridos sacerdotes, religiosos, seminaristas y fieles cristianos laicos:
Os escribo para anunciaros el comienzo de la Adoración perpetua en nuestra Diócesis. El próximo 11 de noviembre quedará expuesto solemnemente el Santísimo Sacramento en la capilla de las Santas Formas para ser adorado ininterrumpidamente día y noche todos los días del año.
El árbol de la vida, que el pecado de nuestros primeros padres nos arrebató, nos ha sido devuelto en el Hijo de Dios. Él nos redimió haciéndose hombre, muriendo y resucitando por nosotros. Ahora continúa esta obra de redención de los corazones quedándose con nosotros todos los días hasta el fin del mundo en el Sacramento de la Eucaristía. Inaugurar la Adoración perpetua es plantar el árbol de la vida en medio de nuestra Diócesis, posibilitar la comunión con Dios, acceder y ayudar a muchos a que accedan al paraíso en la tierra. La amistad con Cristo, realmente presente en este Sacramento, fuente de todo consuelo y de toda bendición, une el cielo con la tierra y nos hace participar ya de la vida eterna.
Este es el mejor modo de comenzar el Año de la Fe y de llamar la atención sobre el motor más íntimo y verdadero de la nueva evangelización que es la oración. Como si de un manantial se tratara, desde la adoración en la Capilla de las Santas Formas partirán ríos inagotables de gracias para todos los fieles, para todas las familias y para todas las realidades apostólicas de nuestra Diócesis.
Como todos habéis podido comprobar por mis continuas referencias en las cartas pastorales que os he dirigido, en nuestros encuentros o cada vez que me he dirigido a vosotros haciendo referencia a las necesidades de la Diócesis, comenzar la Adoración perpetua es un deseo profundo del corazón de vuestro obispo hecho realidad.
Con mucha alegría os invito a todos a participar en esta iniciativa que reclama adoradores en espíritu y en verdad. El próximo día 11 de noviembre de 2012 tendrá lugar en la Catedral a las 18 horas la Celebración de la Eucaristía. A continuación será el solemne traslado del Santísimo Sacramento a la Capilla de las Santas Formas para dar comienzo así a la Adoración perpetua.
Os invito de modo especial a los sacerdotes para concelebrar juntos la Eucaristía y dar un testimonio de unidad y de fe en torno a Cristo.
Invito también, de modo especial a las comunidades religiosas de vida activa y cuento con la oración de los monasterios de contemplativas para que sean muchos los frutos de esta celebración.
Invito a todos los responsables de los movimientos y asociaciones y a los presidentes y hermanos mayores de las Cofradías y Hermandades para que hagan llegar esta invitación a los miembros de sus movimientos y grupos.
Cuento con vosotros, fieles de Alcalá de Henares y del resto de la Diócesis, para que con vuestra participación en este acontecimiento demos un testimonio de fe y pongamos la mirada en el centro de nuestra vida cristiana.
Con mi bendición,
+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo Complutense




Las Santas Formas. Historia de una tradición 

Alcalá de Henares, 1° de mayo de 1597.

Son las postrimerías del reinado de Felipe II. En la Iglesia del colegio de los jesuitas, que no era todavía la que hoy conocemos como parroquia de Santa María (al no haber sido construida ésta hasta bien entrado el siglo XVII), un morisco pidió confesión al padre jesuita Juan Juárez. Expulsados los judíos por los Reyes Católicos un siglo antes, aún residía en España una importante minoría religiosa constituida por los moriscos (españoles de religión musulmana) hasta su expulsión decretada en 1609 por Felipe III.
Según las crónicas, este morisco se confesó autor, junto con otros compañeros, de la profanación de varias Iglesias, hecho éste del que con frecuencia se solía acusar a los musulmanes españoles en aquella época. Fruto de estas profanaciones eran veintiséis formas consagradas sustraídas de tres distintas Iglesias que el penitente arrepentido había salvado de la destrucción, entregándoselas envueltas en un papel al padre jesuita.
El morisco ya no volvió más por la Iglesia, pero las formas quedaron en poder de los jesuitas, los cuales dudaron en un principio sobre la forma de proceder con ellas. Rechazada la propuesta de consumirlas (por entonces se habían dado varios casos de envenenamientos de sacerdotes en Murcia y en Segovia), en un principio se pensó arrojarlas al “fumidero” (es decir, destruirlas), pero la sospecha de que pudieran estar consagradas (así lo había afirmado el morisco) les hizo renunciar a ese irrespetuoso (para la época) proceder optando por guardarlas en una cajita de plata que depositaron junto con otras reliquias, en el altar mayor. Esperaban los sacerdotes que estas formas se corrompieran con el tiempo, lo que de acuerdo con las costumbres litúrgicas de entonces permitiría su definitiva destrucción.
Pero el tiempo pasó e inexplicablemente las formas no se corrompieron. Los jesuitas, al tiempo que guardaban un discreto silencio sobre este hecho, comenzaron a hacer investigaciones. Así, en 1608, (es decir, once años después) se pusieron las formas en una húmeda bóveda subterránea junto con otras sin consagrar, comprobándose que algunos meses después estas últimas se habían corrompido mientras las primeras continuaban frescas y tersas.

Vivamente interesada la Compañía de Jesús por este tema (el padre Luis de Palma, provincial de Toledo, había tomado ya cartas en el asunto), las formas fueron trasladadas de nuevo a la Iglesia, procediéndose seis años más tarde (en 1615) a comunicarse públicamente el aparente milagro. Los jesuitas sometieron las formas al estudio de varios de los médicos (los científicos de entonces) más afamados de su época, entre ellos el que fuera médico real y catedrático de la universidad alcalaína don Pedro García Carrero, el cual realizó en 1615 y en público un detenido examen de las formas llegando a la conclusión de que no existía ninguna razón científica que justificara su incorrupción, por lo que apoyaba el carácter milagroso del acontecimiento.

A partir de aquí los acontecimientos se desencadenaron con rapidez. El 16 de junio de 1619 el vicario general de Alcalá, monseñor doctor don Cristóbal Cámara y Murga, proclama públicamente el milagro. A partir de entonces el culto a las Santas Formas contó con la plena aprobación de las autoridades eclesiásticas, como lo demuestran la concesión de una indulgencia plenaria por el papa Urbano VIII (1623-1644) a quienes visitaran la Iglesia donde se custodiaban el día de su celebración, así como una serie de privilegios en el culto a los difuntos otorgados por el también papa Alejandro VII (1655-1667), a lo que hay que sumar la indulgencia plenaria concedida el 23 de marzo de 1789 por el papa Pío VI a quienes visitaran la Catedral Magistral el día de la fiesta litúrgica de las Santas Formas, o los cien días de indulgencia otorgados el 10 de noviembre de 1792 por el cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo y señor de Alcalá, a quienes invocaran a las Santas Formas en algún acto de religión.
Rápidamente las Santas Formas se convirtieron en objeto preferido del fervor popular, alcalaíno y foráneo. Su fiesta se fijó definitivamente en el quinto domingo después del de Resurrección.
Los actos religiosos que tenían lugar el día de la festividad consistían en una Misa por la mañana y una procesión por la tarde, procesión que solía tener lugar por el interior de la Iglesia de los jesuitas. La procesión salió a las calles de Alcalá, como ocurrió por vez primera cuando tuvo lugar, el 25 de abril de 1620,  cuando el traslado de las Santas Formas desde la antigua iglesia de los jesuitas a la recién construida, que es la que conocemos. Esta procesión, contó con la presencia de la familia real encabezada por el rey Felipe III y su esposa la reina Margarita de Austria junto con todas las autoridades civiles y religiosas alcalaínas, y recorrió con toda solemnidad las calles de la ciudad, engalanadas para tal ocasión con miles de tapices y colgaduras. Llegadas finalmente a la nueva Iglesia, fueron instaladas en una capilla dedicada a ellas en el lado del Evangelio, a la izquierda del altar mayor.
Dos años más tarde, el 6 de junio de 1622, tuvo lugar la aprobación oficial del milagro por el cardenal arzobispo de Toledo, y en esa misma fecha las Santas Formas, que hasta entonces habían permanecido guardadas en una caja de plata y nácar, fueron introducidas en una preciosa Custodia que, para tal fin, fue donada por el cardenal Spínola, obispo de Tortosa y arzobispo de Santiago y Sevilla. Esta Custodia era de plata maciza sobredorada, con una forma muy similar al tabernáculo del retablo mayor de la Iglesia de los jesuitas: Una cúpula semiesférica rematada con una cruz y sostenida por cuatro pares de columnas. En su interior se encontraba un viril de forma octogonal, con tres ventanas por lado en las cuales se colocaron las veinticuatro formas que se conservaban (diecinueve enteras y cinco partidas), todas ellas protegidas por unos gruesos cristales de roca que fueron soldados a la custodia para evitar posibles sustituciones. Todo el conjunto se sustentaba en una columna que terminaba en una base cuadrada y más tarde se añadió un anillo a la cruz del remate.
Conforme pasaban los años la piedad popular fue aumentando cada vez más, atribuyéndose a la intercesión de las Santas Formas las bruscas interrupciones de la pertinaz sequía de 1622 y de la peligrosa riada de 1626.
A finales del siglo XVII (en 1687) fue inaugurada en la Iglesia de jesuitas la Capilla definitiva de las Santas Formas, con su airosa cúpula de media naranja y sus frescos de Cano Arévalo.. También en ese año le fue concedido a Alcalá el título de ciudad, lo que se aprovechó para colocarla bajo la protección de las Santas Formas.
Transcurriría casi un siglo hasta que en 1767 fueron expulsados de España los jesuitas. Las Santas Formas permanecieron, no obstante, en su iglesia hasta que en 1777 se solicitó a Carlos III su traslado a la Catedral Magistral, solicitud a la que accedió el monarca. El traslado tuvo lugar el 20 de abril de ese mismo año en grandiosa procesión. De la Magistral salió una comitiva integrada por cofradías religiosas, instituciones y pueblo portando las imágenes de los Santos Niños. Llegada la procesión a la Iglesia de jesuitas se incorporó a ella la carroza de las Santas Formas, retornando finalmente a la Magistral. Era la tercera vez que las Santas Formas salían a la calle.
Instaladas las Santas Formas en el altar mayor de la Catedral Magistral, permanecieron allí durante más de siglo y medio veneradas con tal devoción por alcalaínos y foráneos que se tuvo que regular la asistencia de los fieles... Y de los reyes españoles, ya que además de Felipe III serían visitadas por Carlos II, Carlos III (en 1759), José Bonaparte (en 1810), Fernando VII (en 1816), y Alfonso XII y la reina María Cristina en 1880.

Pero nada queda ya de todo ello. Poco después de celebrarse solemnemente en 1897 el III centenario de las Santas Formas se cerró al culto la Magistral con objeto de proceder a su restauración, que se prolongó desde octubre de 1902 hasta julio de 1931, dilatado período de tiempo durante el cual las Santas Formas estuvieron custodiadas en su Iglesia primitiva, la de los jesuitas, convertida en sede temporal de la Magistral.

La procesión de 1931 fue la última vez que las Santas Formas recorrieron las calles alcalaínas. Prohibidas las procesiones públicas por el gobierno de la segunda república, durante varios años se hizo la procesión por el interior de la Magistral. Hasta que llegó la, por tantos motivos, fatídica fecha de julio de 1936.
Apenas estallada la Guerra Civil varias iglesias de Alcalá fueron bárbaramente saqueadas e incendiadas, entre ellas la Magistral. Fruto de este vandálico atentado fue la pérdida de insustituibles obras de arte, entre ellas la preciada custodia de las Santas Formas, desaparecida sin dejar el menor rastro.
Nunca se llegó a saber qué fue lo que sucedió aquel 22 de julio de 1936. 

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