13 de octubre de 2012

Frutos de la Comunión


Según el R. P. Antonio Royo Marín, los principales efectos que la Sagrada Comunión bien recibida son los siguientes:

1) La Eucaristía nos une íntimamente con Cristo y, en cierto sentido, nos transforma en Él. Es el primer efecto y más inmediato puesto que en el recibimos real y verdaderamente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del mismo Cristo. "Yo soy el pan de vida...Yo soy el pan que bajó del cielo...Si uno come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es la carne mía para la vida del mundo. En verdad, en verdad, os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis la sangre del mismo, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque la carne mía es verdaderamente comida y la sangre mía es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en Mí permanece y Yo en él. El que come de este pan vivirá eternamente" (Juan, 6, 35-58).

Los alimentos corporales que comemos, los transformamos en carne propia; por el contrario, al comulgar es Cristo quien nos transforma en Él, haciéndonos cada vez más semejantes a Él. El que comulga bien, puede decir con San Pablo: “Cristo vive en mí" (Gálatas, 2, 20). Esto es una maravillosa realidad. Podemos poner un ejemplo, aunque muy imperfecto: al arrojar una esponja al agua, podemos decir que la esponja está en el agua y el agua está en la esponja.

La santa comunión nos une a Cristo de una manera muy estrecha e íntima por medio de una gran caridad y vehemente amor. Después de ser recibido por nosotros, “Jesucristo nos mira como cosa suya propia y nos cuida con especialísimo amor, como cosa a él perteneciente y nos rodea de singular providencia para que seamos y permanezcamos dignos de Él. No sólo tiene cuidado de nuestra alma, sino aún de nuestro propio cuerpo y de toda nuestra persona en orden a nuestra santificación y perfección” .

2) La Eucaristía nos une con la Santísima Trinidad. Es una consecuencia necesaria del hecho de que en la Eucaristía esté real y verdaderamente Cristo entero, con su cuerpo, alma y divinidad. Porque las tres personas divinas -El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo- son absolutamente inseparables. Donde está una de ellas, tienen que estar forzosamente las otras dos. Y aunque es verdad que el alma en gracia es siempre templo vivo de la Trinidad, la sagrada comunión perfecciona ese misterio de la inhabitación trinitaria (Juan 14, 23; 2 Cor. 6, 16). “Así como el Padre, que me ha enviado, vive, y yo vivo por el Padre; así quien me come vivirá por Mí”, dice Nuestro Señor (Juan 6, 58).

3) La Eucaristía aumenta la gracia santificante al darnos la gracia sacramental que alimenta, conforta y vigoriza nuestra vida sobrenatural.

4) La Eucaristía aumenta la fe, la esperanza y, sobre todo, la caridad. Aumenta la Fe por el acto de fe que hacemos al recibir a Cristo en el sacramento. Aumenta la Esperanza porque la Eucaristía es prenda y garantía de la gloria y de la vida eterna. Aumenta, sobre todo, la Caridad según aquello de San Pablo: "La caridad de Cristo nos apremia" (2 Cor, 5, 14) ya que la comunión nos une a Cristo. “Es la caridad para con Dios y con el prójimo, una caridad no sólo afectiva sino efectiva (nos hace amar a Dios y al prójimo realmente). De este modo la Eucaristía es vínculo de caridad que une los diversos miembros de toda la familia cristiana: a los pobres y a los ricos, a los sabios y a los ignorantes en la misma santa Mesa; une a todos los pueblos de la cristiandad”.

Aumenta, finalmente, todas las demás virtudes infusas (que son la prudencia, la justicia, la fortaleza, y la templanza) y los dones del Espíritu Santo, (que son la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, el consejo, la fortaleza, la piedad y el santo temor de Dios). Desde luego la Sagrada Comunión tiene una eficacia santificadora incomparable, ya que la santidad consiste propiamente en el desarrollo y crecimiento perfecto de la gracia y de las virtudes infusas en nuestra alma.

5) La Eucaristía borra los pecados veniales. La comunión siendo un alimento divino repara las fuerzas del alma perdidas por los pecados veniales. La comunión excita el acto de caridad y la caridad actual destruye los pecados veniales que son un enfriamiento de la caridad, como el calor destruye al frío. Como el alimento es necesario para restaurar las fuerzas del cuerpo cada día, así la Comunión es necesaria para restaurar las fuerzas del alma perdidas por la concupiscencia mediante los pecados veniales que disminuyen el fervor de la caridad (Suma Teológica III, 79, 4 ).

6) La Eucaristía perdona indirectamente la pena temporal debida por los pecados. Es decir mientras más somos fervorosos, más recibimos perdón de nuestro purgatorio. La cantidad de la pena remitida estará en proporción con el grado de fervor y devoción al recibir la Eucaristía.

7) La Eucaristía preserva de los pecados futuros, sobre todo, de los pecados de deshonestidad, por la pureza y castidad de la Carne y Sangre de Cristo que comunica su virtud, su fuerza al que las recibe. La comunión robustece las fuerzas del alma contra las malas inclinaciones de la naturaleza y nos preserva de los asaltos del demonio al aplicarnos los efectos de la pasión de Cristo, por la que fue él vencido, dice santo Tomás de Aquino (III, 79,6 y 79,6 ad 1). A un muchacho que había contraído el vicio de pecar, San Felipe Neri le aconsejó la comunión diaria. Él procuraba estar dispuesto para confesarle cuando quisiese y con la comunión diaria quitó al pobre joven su mal hábito deshonesto.

8) La Eucaristía es prenda de la gloria futura. El mismo Cristo dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré el último día" (Juan, 6, 54). El Magisterio de la Iglesia lo afirmó en el Concilio de Trento: “Quiso Cristo que la Eucaristía fuera prenda de nuestra futura gloria y perpetua felicidad" (Dz. 875).

Antonio Royo Marín, O. P. Teología moral para seglares, Tomo II, Los Sacramentos, Madrid, BAC,1958, pág. 205-213 n°137.

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