15 de agosto de 2012

Asunción de María a los cielos: comentario a la liturgia de la Palabra de la Misa



Hoy celebramos la liturgia de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos. Después de su transcurso por aquí en la tierra.

Este misterio de la Asunción es como la contrapartida del misterio de la Anunciación, tal cual nos lo presenta la liturgia de la Palabra de la Santa Misa de hoy.

Cuando el Angel Gabriel le anunció a María la Buena noticia de que el Hijo de Dios se iba a encarnar, después del sí de María, Jesús se anidó en su seno. Si en ella hubiera existido la más mínima sombra de pecado, Dios no se habría encarnado en sus entrañas.

Pero la pureza de María sedujo a Dios. Al decirle el Angel Gabriel a María que se alegrara porque era la llena de gracia, le mostró con esas palabras que Dios no tenía nada que reprocharle.

Nuestra naturaleza humana quedó embellecida con la pureza de María, y así apareció agradable a los ojos de Dios.

En cada comunión eucarística nuestra alma tambien queda ennoblecida por el Presencia del Hijo de Dios en nosotros y con la esperanza de reinar junto a Él en el cielo.

Dios se alegró de María. Y Aquel que se había irritado con los hombres por causa del pecado, se hizo hombre por causa de María. Dios vio en Ella el espejo de lo que debía ser el hombre.

Pero María en la Anunciación no fue un instrumento puramente pasivo. Ella dijo si a la invitación del Ángel. La encarnación de Jesús hubiera sido irrealizable sin Ella, como sin la decisión de Dios. Es como que Dios no quería una redención por decreto: pretendía hacer de María su libre colaboradora para obrar la salvación de los hombres.

Este es el misterio de la Anunciación, gracias al cual María hizo posible la entrada del Hijo de Dios en el mundo.

Y esto lo podemos relacionar con el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos que estamos celebrando hoy.

Ella que fue el sagrario de Jesús, el trono de Dios, al árbol de donde brotó Jesús, al Madre del Señor; ahora el trono es devuelto al Rey, el árbol al fruto, la madre al Hijo.

Dios le otorga a María todo lo que había soñado dar a los hombres cuando en Adán creó a la humanidad.

María hoy sube a los cielos, no como Jesús que subió por sus propias fuerzas. Por eso hablamos de la ascensión de Jesús. En cambio de María decimos la asunción, porque ella fue subida al Cielo. Fue atraída al cielo como un imán.

Así como en la anunciación, la humildad de María provocó el agrado de Dios y el Hijo de Dios descendió a su seno; así en la Asunción María se siente atraída por el Dios que enamoró su juventud y que ahora la atrae a las alturas.

Y así como María fue la puerta de entrada de Dios a este mundo, así también en la Asunción, Ella es llevada al cielo como Madre nuestra, y se convierte en la puerta de entrada al cielo para todos los hombres. Ella es entonces por donde Dios desciende a los hombres, y por donde los hombres ascienden hasta Dios.

Para nosotros este anticipo del cielo se nos regala en el Santísimo Sacramento del Altar.

Pero lo lindo de esta fiesta, es que no sólo se refiere a María, nuestra Madre. Lo que sucedió con María, también sucederá con nosotros. La gloria que Dios nos promete a los hombres en María ya es realidad. Es como si la Iglesia, en Ella, ya tomó posesión del cielo. El mundo, en María ya ha iniciado su peregrinación hacia las alturas.

Es cierto que antes que Ella, ya Cristo se había elevado al cielo. Pero no es lo mismo, porque primero Cristo había venido de lo alto, había bajado del cielo; en cambio María es, de manera total, una de nosotros, una persona humana como nosotros, que brota integramente de abajo. En Ella, lo terreno entra en Dios.

Ahora bien, que nos dice en concreto, esta verdad de Fe, para nosotros hoy en el 2012. Que nos dice a nosotros hombres de este siglo este que fue el último dogma de Fe que declarado la Iglesia. No nos olvidemos que fue recién el Papa Pio XII, en 1950, quién declaró este dogma de María asunta en cuerpo y alma al cielo.

Y creo que nos ilumina en dos actitudes fundamentales que tenemos los hombres de hoy. Ambas equivocadas.

En primer lugar, para algunos todo es negativo. Todo está mal y todo va a terminar mal. Es como si hubiera un pesimismo reinante ante la realidad que nos toca vivir.

Quizás a veces podemos pensar esto por los problemas que tengamos en casa, o por problemas personales. Quizás por la situación del país. O también viendo tantas guerras en el mundo, tanta injusticia, tanta desigualdad podemos caer en esta tentación de pesimismo.

Sin embargo el misterio de la Asunción de María al cielo nos llena de esperanza. Porque María es una de nosotros y ha vencido al mal y a todas las cosas que se derivan del mal. Ella entró en la felicidad que no tiene fin. La historia, si somos fieles a Dios, no termina mal sino que termina bien.

Y Por otro lado, hay otra actitud en la que también solemos caer nosotros en estos días y que también es equivocada y este misterio de la Asunción nos puede ayudar.

Y es que a veces nos sentimos tan cómodos en este mundo, que pretendemos echar raíces acá. Es como que pretendemos construir el paraíso acá en la tierra.

La Eucaristía es el Pan Vivo bajado del cielo que nos alimenta en este mundo para llegar al cielo como lo hizo la Madre de Dios.

Y hoy María nos enseña que este mundo no es la morada definitiva, que en realidad es imposible querer construir el cielo acá en la tierra ( además nosotros mismos nos damos cuenta que siempre nos falta algo para ser felices).

Ver a María ya en el cielo nos recuerda que somos peregrinos acá en la tierra, que nuestra plena realización nuestra verdadera felicidad está en manos de Dios.

Que Dios nos conceda estas dos gracias de no caer en el pesimismo, ni tampoco en la autosuficiencia que por nuestras propias y solas fuerzas vamos a alcanzar la Felicidad. Sino que nos demos cuenta que estamos en manos de Dios.

De este Dios que al ver a María ya en el cielo, se alegra ya que se da cuenta que el haber venido al mundo y morir para nuestra salvación ya dio su primer fruto.

Nosotros también nos alegramos porque estamos seguros que María, como buena Madre, ya nos está preparando un lugar en el cielo a nosotros sus hijos.

Cielo que esperamos con confianza después de cada comunión eucarística ya que Jesús ha dicho: "El que me come vivirá para siempre".

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