14 de julio de 2012

Arrodillarse, gesto de veneración a la Sagrada Eucaristía




"Nadie come esta carne sin antes adorarla" (San Agustín)

La Ordenación General del Misal Romano (2002) establece que los fieles durante la consagración deben estar de rodillas, salvo que no puedan por razón de enfermedad, estrechez del lugar u otra causa razonable que lo impida.

En la Sagrada Escritura leemos muchas veces acerca de la oración con genuflexión o de rodillas:

“Josué rasgó sus vestiduras y se postró rostro en tierra ante el arca de Yavé” (Jos, 7, 6).

“Ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará” (Is, 45, 23).

“Los que estaban (en la barca) se postraron ante El” (Mt, 14, 33).

“Dijo (el ciego): creo Señor, y se postró ante Él” (Jn, 9, 38).

“toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua rendirá homenaje a Dios” (Rm, 14, 11).

“al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp, 2, 10).

“Puesto de rodillas (Esteban mártir, al ser lapidado), gritó con fuerte voz: Señor, no les imputes este pecado” (Hc, 7, 60).

“Pedro los hizo salir fuera a todos, y puesto de rodillas oró” (Hc, 9, 40).

“Diciendo esto (San Pablo) se puso de rodillas con los otros y oró” (Hc, 20, 36).

“Allí, puestos de rodillas en la playa, oramos” (Hc, 21, 5).

La postración aparece en el Nuevo Testamento cincuenta y nueve veces. En ocasiones aparece en narraciones de acontecimientos que ocurrieron; en otras, como en el Apocalipsis, son figuras metafóricas de adoración, pero no por ello menos apreciables. De todas ellas, la más impresionante es la oración del propio Jesús a Dios Padre en el Huerto de los Olivos: tres evangelistas -San Mateo, San Marcos y San Lucas- coinciden en afirmar que rezó postrado.

Al ponernos de hinojos, el gesto corporal y el significado espiritual forman una unidad que, como bien señala el Papa Benedicto XVI, es del todo inseparable debido a la unidad físico-espiritual del ser humano. En su obra El espíritu de la Liturgia, publicada como Cardenal Ratzinger, estudia la cuestión:

“La expresión con la que Lucas describe el acto de arrodillarse de los cristianos (theis ta gonata) es desconocida en el griego clásico. Se trata de una palabra específicamente cristiana… Puede ser que la cultura moderna no comprenda el gesto de arrodillarse, en la medida en que es una cultura que se ha alejado de la fe, y no conoce ya a aquél ante el que arrodillarse es el gesto adecuado, es más, interiormente necesario. Quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o una liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estarían enfermas en un punto central. Allí donde este gesto se haya perdido, hay que volver a aprenderlo, para permanecer con nuestra oración en comunión con los apóstoles y mártires, en comunión con todo el cosmos y en unidad con Jesucristo mismo”.

En su primera Exhortación Apostólica, Sacramentum Caritatis (2007), el Santo Padre reafirma esta opinión:

“Un signo convincente de la eficacia que la catequesis eucarística tiene en los fieles es sin duda el crecimiento en ellos del sentido del misterio de Dios presente entre nosotros. Eso se puede comprobar a través de manifestaciones específicas de veneración de la Eucaristía, hacia la cual el itinerario mistagógico debe introducir a los fieles. Pienso, en general, en la importancia de los gestos y de la postura, como arrodillarse durante los momentos principales de la plegaria eucarística”.

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