3 de abril de 2012

Homilía para la liturgia del Viernes Santo


Aquí tienen al Hombre, les dijo Pilato ... Aquí lo tienen ...

Aquí tienen a mi Hijo, nos dice Dios ... Aquí lo tienen ...

Cristo Crucificado!!!! ... Estamos tan acostumbrados a ver crucifijos por todas partes, que ya no nos impresionan!!! ... Tenemos tantos!!! ... La maldita rutina que todo lo estropea.

En esta tarde de Viernes Santo tenemos que animarnos a mirar la Cruz nuevamente. Volver a mirarla detenidamente, a contemplarla sin apuro, ver a Cristo no ya muerto sino muriendo, ... tratando de leer en este libro abierto, ... que es el corazón de Cristo traspasado. Corazón que sigue latiendo en la Eucaristía. Porque como decía la Madre Teresa de Calcuta: "En la Cruz contemplamos cuanto nos amó, en la Eucaristía contemplamos cuanto nos ama"

Por eso en el Viernes Santo miramos la Cruz pero sin separarla de la Eucaristía. Porque la Eucaristía actualiza el amor de la Cruz de Jesús. Y Hoy Viernes santo tenemos que animarnos a mirar la Cruz de Jesús. 

Quizás lo primero que nos puede ayudar es mirarla como la miró Jesús aquella vez. Hacer como el esfuerzo con nuestra imaginación y tratar de subirnos a la Cruz y contemplar el espectáculo tal cual lo contempló Jesús en ese momento.

... Judas y la traición, ... Pilato y la cobardía, ... los apóstoles y el abandono, ... María y el amor sin mancha, ...Magdalena y el amor arrepentido ...

... pero hay una escena que llama particularmente la atención, y que un autor describe como los bostezos de los soldados ... Jesús ( mientras estaba dando su vida por toda la humanidad), también contempló el largo aburrimiento de los soldados: ... se sortearon la túnica de Jesús, ... se pusieron a jugar para acortar las largas tres horas de agonía de Cristo en la Cruz.

Ellos ya sabían, por experiencia, que las crucifixiones eran largas, que los reos no terminaban nunca de morir, que la curiosidad de la gente se apagaba pronto y que luego les tocaba a ellos bostezar tres, cuatro horas al pie de las cruces ... Se defenderían jugando!!!

Jesús era, para ellos, uno más ... Se alejaron un par de metros de la cruz para evitar las salpicaduras del goteo de la sangre y se dispusieron a matar la tarde sorteandose la túnica de Jesús.

Cristo en la Cruz también tuvo que contemplar este triste espectáculo de los soldados, que en el momento en que Dios está salvando a los hombres, estos se ponen a sortear la túnica de Jesús.

El mayor drama de Cristo no fue su muerte trágica, el mayor dolor de Cristo no fueron los latigazos, la corona de espinas o los clavos que traspasaron su cuerpo santísimo,

El mayor drama de Cristo fue la incomprensión de que se vio rodeado. Y en esto nosotros tenemos que reconocer humildemente que seguimos aumentando el dolor de Jesús. En cuantos sagrarios Jesús sigue experiemnatndo la incomprensión del amor que nos tiene.

El mayor drama de Cristo no fue su muerte trágica, sino la incomprensión:

... los apóstoles no acabaron de enterarse de quien era él en realidad,

... las multitudes que un día le aclamaron le olvidaron apenas terminados los aplausos,

... los mismos enemigos que le llevaron a la muerte no acababan de saber por qué le perseguían,

... sus amigos se quedaron dormidos a la hora de su agonía y huyeron al acercarse las tinieblas, ...

y los soldados!!! Los soldados se ponen a bostezar delante de la Cruz. Quizás en ellos nos sentimos representados nosotros. Porque más que grandes traiciones, ... más que grandes cobardías, ... más que grandes abandonos; ... más que latigazos, ... corona de espinas o clavos, ... en nosotros es más común el bostezo de la mediocridad y de la indiferencia. La indiferencia a su Presencia real en la Eucaristía.

Así entró Jesús en la muerte. Sólo y sabiéndose casi inútil. Agachó la cabeza y entró en el túnel de nuestros bostezos. Si hubiese muerto por una Iglesia sedienta y ardiente de su amor podría resultar aceptable, ¡pero .... morir por aquello!

Sin embargo esto más que desanimarnos, tiene que llenarnos de Amor y de Esperanza.

Porque en la Cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de Dios, que sigue latiendo por todos en el Corazón Eucarístico.

En la Cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que al estar lleno de amor por nosotros no tiene lugar para el odio y por eso es capaz de decir: Perdonalos porque no saben lo que hacen.

En la cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que nos ama con locura, y que quiso salvarnos muriendo por nosotros aún cuando nosotros somos pecadores.

En la cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que nos ama y da su vida por nosotros antes que nosotros correspondamos a ese amor.

En la cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que nos enseña a amar también nosotros a los demás. Porque ante el dolor de la humanidad Cristo no permaneció indiferente sino que se compadeció, bajó al dolor y estuvo junto a él.

Amar para nosotros será entonces hacer obras de amor, ser Eucaristía con Jesús,... compasión es ponerse a sufrir con los demás, comenzar a combatir o acompañar al dolor. No se trata de no poder dormir pensando en la gente que sufre; se trata de no saber vivir sin estar al lado de los que sufren.

En la cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que nos llena de esperanza al cargar nuestras propias cruces.

Porque a él también le costó encontrar sentido a su Cruz ante tanta incomprensión y sin embargo confió en Dios: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, y nos enseña a nosotros a aceptar la cruz que pareciera no tener sentido. Nos enseña a confiar en Dios en tantos momentos, en tantas cosas (pequeñas o grandes), que nos cuestan vivir.

En la Cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que nos llena de esperanza, porque en su cruz Él lleva consigo el dolor de todos nosotros. Ningún sufrimiento, ni el más escondido del último de los hombres le es ajeno. Y en cada Eucaristía tenemos la oportunidad de unirnos a Él.

En la Cruz de Cristo descubrimos el corazón grande de un Dios que cuando ya había dado todo por nosotros, cuando ya no le quedaba nada para entregarnos, excepto su Madre, también nos la dejó como Madre nuestra.

María, Mujer Eucarística, quedate de pie junto a la Cruz, porque tu Hijo sigue en esa cruz.

Sigue en la cruz de ese niño que se muere de hambre, ... en el joven que perdió su deseo de alcanzar grandes cosas, ... tu Hijo sigue en la cruz de ese enfermo que rasga las sábanas y grita : No puedo más, ... en el padre de familia sin trabajo, ... en la desesperada soledad del anciano.

María, quedate de pie junto a mis cruces. Como buena Madre, Vos conoces mejor que nadie mis llagas, ... mis heridas, ... mi corazón.

Por eso humildemente volvemos a pedirte:

María, Mujer Eucarística, quedate de pie junto a la Cruz, porque tu Hijo sigue en la Cruz.

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