30 de agosto de 2010

Solo El Sana y Libera


Nuestros hermanos que están pasando por situaciones difíciles, tienen una necesidad especial de ser visitados por el Señor mismo en el sacramento de la Eucaristía. Sentir la cercanía de la comunidad eclesial, participar en la Eucaristía y recibir la santa Comunión en un período de la vida tan particular y doloroso puede ayudar sin duda en el propio camino de la fe y favorecer la plena reinserción social de la persona.

El encuentro con Jesús presente en la Eucaristía es germen de una nueva vida. Se debe creer realmente que la sola presencia eucarística obra en los corazones más que cualquier cosa que se pueda hacer o decir. Sólo Jesús sana y da la libertad.

También para el acompañante debe ser primordial la relación con el Pan de Vida. Si quiere realmente encontrarse con Jesús presente en el pobre, debe primero tener una profunda intimidad con Jesús presente en la Eucaristía. Sólo así podrá reconocer en el rostro sufriente al Señor muerto y resucitado.
Y la Eucaristía debe ser también el punto de llegada de la misión de acompañar. Dejar en manos del Señor cada persona con la que se ha estado recordando sus nombres. Dejar en Él los dolores y dificultades. Pedir por las intenciones que nos fueron diciendo y por las no dichas. Dar gracias por el regalo de caminar junto al hermano que hoy nos necesita de un modo especial. Y dejar, sobre todo, que sea Él quien obre en el corazón del acompañado, y del acompañante.


Te invitamos a conocer a dos personas que se encontraron con
Jesús Eucaristía, uno en la cárcel y el otro en la adicción.

Testimonio de un hermano detenido en la carcel de Devoto


Nos cuenta como cambio su estadia en prision tras notar la presencia de Jesus
entre sus compañeros.

Alejandro, cuando escribió lo que sigue, estaba
detenido en la cárcel de Devoto desde hace dos años. Unos meses después recuperó
la libertad y hoy está dedicado a su familia. Trabaja en un estudio de abogados
(empezó a estudiar derecho estando en la cárcel) Bueno Gente, les cuento que me
llamo Alejandro y me encuentro detenido en Devoto desde el 2 de Junio de 2006.

Acabo de llegar del CUD (la Facu) y mis compañeros me estaban esperando para comer algo juntos. Con estos pibes hace ya casi 2 años que vivimos en el mismo rancho. Por si no lo saben “rancho” es el grupo compuesto por 2, 3, 4, 5 o 6 personas o más y comparten la comida y otras cosas. Les cuento que es la primera vez que estoy detenido (espero que sea la última) En el momento de mi detención tenía 33 años, mi esposa en ese momento también tenía 33 años y mi hijo 5 años y medio. Aunque quieran imaginarse lo tremendo y catastrófico que es pasar por el momento de una detención y sus posteriores momentos, no van a poder, y espero y deseo que no tengan que pasar por esto para averiguarlo. En mi caso particular me encuentro detenido, acusado por tráfico de drogas (Ley 23737) Pero mis verdaderos oficios son: la compra y venta de automóviles y la importación y venta de electrónica. Estar detenido queridos míos, significa mucho sufrimiento, no solo físico sino también psíquicos. Imagínense que mi vida era dedicarme todo el tiempo a mi hijo y mi mujer, que dicho sea de paso, hace 12 años que estamos juntos, sin contar que nos conocemos desde los 11 añitos, ¿qué loco, no? En un minuto cambió toda mi vida, mis costumbres. Cambiaron tantas cosas que si me las pongo a enumerar no termino más. Pero bueno, es lo que me toca vivir en este momento. Ojo, también con esta experiencia uno aprende a valorar muchas cosas, muchos momentos, a muchas personas. Aquí se ven cosas que uno nunca pensó que las iba a ver y mucho menos a vivir. Pero... al mes más o menos de estar detenido nos visitó en el pabellón el Padre Mariano y nos invitó a concurrir a Misa. Mis compañeros y yo nos enganchamos un montón y a los poquitos meses estábamos participando del primer retiro espiritual que se realizaba en una prisión, “qué tal”. Fue una experiencia increíble, y muy linda, pero lo que más me llamó la atención fue la unión que quedó entre los internos, los curas y las ayudantes de Caritas. Fue como si Cristo en persona hubiese estado presente con nosotros. Mejor dicho, fue en ese momento cuando nos dimos cuenta que en realidad siempre está con nosotros. A partir de ese momento mi vida en prisión comenzó a cambiar para bien. Pues me di cuenta que con la ayuda del Señor uno puede superar cualquier obstáculo por más difícil que sea. Haaa!! Les cuento que mientras estábamos realizando el retiro espiritual comenzamos a recibir palancas de mucha gente de distintos lugares del país e incluso de otros países. No lo podíamos creer que personas desde tan lejos orasen por nosotros y se interesasen tanto. Fue algo fantástico y muy emocionante, algo inolvidable. Quiero decirles que gracias a Dios soy uno de los pocos internos que tiene 2 visitas por semana. Pero así como yo tengo 2 visitas por semana hay gente que ni siquiera recibe una cartita. Si bien no puedo ponerme en su lugar, los veo, y uno puede imaginarse que detrás de esas caras tristes se esconden muy buenos seres humanos, con buenos sentimientos y sobre todo con ganas de comunicarse con cualquier persona que se encuentre del otro lado del muro (aunque sea por medio de cartas) Porque ojo, estar privado de la libertad no significa que carezcamos de afectos, todo lo contrario, lo que pasa es que el preso se vuelve muy poco demostrativo a causa de propio sistema carcelario que te induce a ser así. Amigos, no crean que soy inocente, seguramente si fuese así ahora estaría en libertad junto a mi familia. Tampoco piensen que soy el peor, soy alguien que se equivocó y que está pagando y penando por esa equivocación, y así como yo todos los que estamos privados de la libertad. Pero hay algo peor que por dentro me corroe, ¿saben qué es?... es que mi familia está sufriendo a la par mía y eso va a ser muy difícil de perdonármelo a mi mismo. Es que nunca me imaginé que mi hijo tenga que venir a visitarme a una cárcel. Igualmente es el día de hoy y me sigue viniendo a visitar cada 15 o 20 días. También mi mujer sigue viniendo, aunque ella viene más seguido. Tengo un hermanito que también viene a verme todas las semanas (va, hermanito no, hermanazo porque tiene 27 años jaja) Sin olvidarme de mi hermana (31 años) y mi MAMÁ que viene los domingos. Saben?? a veces pienso que las disfruto más aquí adentro que cuando estaba en libertad, será porque la ambición a veces te vuelve inquieto, egoísta y te resta percepción para saber si alguien te necesita. Y cuando digo necesitan, no me refiero a cosas materiales, me refiero a las necesidades del “CORAZÓN” Y gracias a Dios esas necesidades fueron, son y serán GRATIS. Estoy convencido de que a partir del primer instante de mi libertad no voy a parar de mimar y contener a todos ellos. Bueno, queridísima gente me voy a ir despidiendo, porque si me pongo a acordar más cosas esta carta no terminaría jamás. Un abrazo enorme para todos y gracias por escucharnos. Ale

Testimonio de un hermano adicto a drogas

Nos comparte su historia y su recuperacion a traves de la Comunidad Cenacolo donde puedo experimentar la presencia Real de jesus Eucaristia.

Mes de Julio. Multitud de gente asistiendo a la misa. Todos peregrinos. Entre ellos, yo.

El sacerdote que preside la Misa decide hacer pasar al ambón a un joven para que contara su experiencia de vida. Había sido drogadicto y hoy no lo es más. Alrededor de 500 eran los presbíteros concelebrantes. Sin embargo tan solo uno, un simple laico, toma la palabra.
Este jóven quería expresar lo que la vida de fe le había cambiado. De ser drogadicto, gracias a la ayuda de quienes a ello entregan su vida, conoció la Fe. Llegó a una comunidad donde no se toman pastillas, no se llaman a los psicólogos ni a los médicos, no porque no o valgan, sino porque tienen otro método. Quien sábe?? Tal vez sea superior. Vida de fe y oración. Trabajo, amistad sincera y Oración.

Pero de entre ellas el jóven habló básicamente de la oración:

"Sí, Jesús salvó mi vida. Bueno, no es que la salvó, eso va a ser cuando llegue al Paraíso. Más bien la transformó, y al día de hoy la sigue transformando. De niño viví muchas cosas, pero ninguna me llenaba. Más bien me pasaba lo contrario. En casa siempre habían peleas. Papá y mamá siempre discutían. Y entre mis hermanos todo se arreglaba a los golpes. Nunca un "Te quiero", o bien "Perdoname, me equivoqué yo", o tan solo un abrazo. Papá todo el día trabaja, mamá preocupada por todo menos por sus hijos, de ellos se encarga la escuela. No tengo nada que reprochar a mis padres ni a mis hermanos, si ellos se equivocaron fue simplemente porque nadie les enseño qué era lo correcto y que no.
Pero esto a mi no me alcanzaba. Cuando sentía el vacío dentro de mí quería salir corriendo, al principio. Después llega un momento que si uno no resuelve los problemas, los problemas lo resuelven a uno. Y fue así como, no conociéndo otros medios, quise ser yo también violento. Pero no me salía, porque cada vez que me comportaba así me sentía más mal.
Nunca tuve a quien contarle las cosas. De ahí que empecé a llamar la atención en un grito desesperado de AUXILIO!! Pero la respuesta fué el psicólogo, psicofármacos, terapia, bla bla bla. Pero nunca un "Te Quiero".
Probé con el amor libre de varias chicas, pero al llegar a casa el vacío era peor. Probé con la pornografía, pero cada día más me enfermaba. Hasta que un buen día, empezando a frecuentar la calle, probé el alcohol, y finalmente las drogas. El vacío era tal que solo con ellas lo podía tapar y solo por ello no podía dejar de tomar. Y tomando y tomando me fuí consumiento. Hoy peso 83 kilos, en ese entonces, pocos años atrás solo 43 pesaba.
Finalmente los doctores me dieron por perdido y se rehusaron a seguir atendiéndome. Fuí internado en un psiquiátrico de donde también me echaron, mandandome a mi casa con terapia ambulatoria, parece ser que mi lugar no era más mío, pues mis padres no tenían más dinero para seguirles pagando.
Así fué como gracias a un sacerdote amigo del barrio vine a saber que había una comunidad en la que no se pagaba. Sin embargo solo quería morir, morir o drogarme. Finalmente fuí porque no me quedaba otra, mis padres ya cansados de mi me dejaron allí sin posibilidad de volver a casa. Me quedé solo por el techo y la comida, era pleno invierno y no tenía donde ir. Pero ni bien llegué salió al encuentro el responsable del lugar, me preguntó si había comido. Luego me mandó a duchar, me dió ropa nueva y me dejó con otro chico que me acompañaría los primeros días. Allí empecé a sentir la verdadera amistad por primera vez, pues cada vez que yo peleaba con alguien, luego de dos días venían a mi encuentro a pedirme disculpas, incluso si el equivocado era yo. También me señalaban mi error, pero por mi bien, para que lo cambiara, no para hacerme daño. Y si bien rezábamos y tabajábamos todos los días, no entendía de dónde sacaban la fuerza para amar. Me sentía simplemente querido y por eso decidí seguir el camino que me proponían.
Pero quise averiguar, quise estar tan bien como ellos. Entonces pregunté. Sin decir palabra alguna, esa misma noche a las 2 de la mañana aquél a quien le había preguntado me despertó y me dijo que lo acompañara a la capilla. Cuando llegamos ví que habían otros 3 arrodillados en silencio en frente al Santísimo. En seguida comprendí que me había llevado a rezar.
No puedo explicar cómo, pero sentí la necesidad de rezar yo también. Fué como que sentí la presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía por menos de un segundo. Eso me alcanzó para prometerle que iría todas las noches al menos un rato, pero que al mismo tiempo le pedía que se las arreglara Él con mi vida, porque yo ya no daba más. Nunca más sentí esa presencia, pero tampoco dejé de ir una noche. Desde ese día rezo todos los días, sin faltar uno.
Para cuando me quise dar cuenta mi vida ya había cambiado bastante. No sé cómo. Hasta creo tonto querer entenderlo con mi cabeza, ya que con ella sólo llegué a drogarme. Pero sin embargo siento que soy el hombre más felíz del mundo. Hoy ya no necesito de las drogas, no necesito del mal para seguir viviendo. Sólo necesito de Él, que no es otro que el que da la vida a cada cosa. Y cuando vivo alguna dificultad, que no son pocas, voy a rezar. Porque hoy sigo siendo el mismo que fuí siempre, no es que viví una teletransformación o quien sabe que cosa, sino que puedo vivir la vida de otra manera. Realmente Él hace nueva todas las cosas"

28 de agosto de 2010

Yo lo miro a Él y Él me mira a mi




¿Te cuesta adorar? ¿No sentís nada? ¿Qué significa concretamnete hacer contemplación eucarística?

En si misma no es otra cosa que la capacidad, o mejor aún, el don de saber establecer un contácto de corazón a corazón con Jesús realmente presente en la hostia. Todo esto en el mayor silencio posible, tanto exterior como interior. El silencio es el esposo predilecto de la contemplación que la custodia, como José custodiaba a María. Contemplar es establecerse intuitivamente en la realidad divina y gozar de su presencia. En la meditación prevalece la búsqueda de la verdad, en la contemplación, en cambio, el goce de la verdad encontrada.

Los grandes maestros de espíritu han definido a la contemplación como "una mirada libre, penetrante e inmovil"(Hugo de San Víctor), o bien como "una mirada afectiva sobre Dios" (San Buenventura). Por eso realizaba una óptima contemplación aquel campesino de la parroquia de Ars que pasaba horas y horas inmovil, en la iglesia, con su mirada fija en el sagrario y cuando el santo cura le preguntó por qué estaba así todo el día, respondió: "Nada, yo lo miro a él y él me mira a mí". Esto nos dice que la contemplación cristiana nunca tiene un único sentido, ni tampoco está dirigida a la nada (como sucede en el otras religiones, como el budismo). Son siempre dos miradas que se encuentran: nuestra mirada sobre la de Dios y la mirada de Dios sobre osotros. Si a veces se baja nuestra mirada o desaparece, nunca ocurre lo mismo con la mirada de Dios. La adoración eucarística es reducida, en alguna ocación, a hacerle compañia a Jesús simplmente, a estar bajo su mirada, dándole la alegría de contemplarnos a nosotros que, a pesar de ser criaturas insignificantes y pecadoras, somos sin embargo el fruto de su pasión, aquellos por los que dió su vida: ¡Él me mira!

La contemplación no es impedida de por sí por la aridez que a veces se pude experimentar, ya sea debido a nuestra disipación o sea en cambio permitida por Dios para nuestra purificación. Basta darle un sentido, renunciando también a nuestra satisfacción para hacerle feliz a él y decir con las palabras de Charles de Foucauld: "Tu felicidad me basta". Jesús tiene la eternidad para hacernos felices a nosotros, nosotros no tenemos más que este breve espacio de tiempo para hacerle feliz.

A veces nuestra adoración puede parecer una pérdida de tiempo, pura y simplemente un mirada sin ver; pero en cambio ¡cuánto testimonio encierra! Jesús sabe que podríamos marcharnos y hacer cientos de cosas más gratificantes, mientras estamos ahi quemando nuestro tiempo, perdiendolo "miserablemente". Cuando no conseguimos orar con el alma siempre podemos orar con nuestro cuerpo, y eso es orar con nuestro cuerpo.

En el libro del Éxodo leemos que cuando Moisés bajó del Monte Sinaí no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con Dios. Moisés no sabía y nosotros tampoco lo sabremos; pero quizá nos suceda también a nosotros que, volviendo entre los hermanos después de estos momentos, alguien vea que nuestro rostro se ha hecho radiante, porque hemos contemplado al Señor. Y este será el más hermoso don que nosotros podamos ofrecerles.

(Raniero Cantalamessa -"La Eucaristía Nuestra Santificación")

27 de agosto de 2010

Madre Teresa de Calcuta



Si querés conocer más sobre la vida de la Madre Teresa te invitamos a mirar su vida.... te mostramos la primera parte de la película. Para ver más podés entrar en www.gloriatv.com




14 de agosto de 2010

Afectividad y Eucaristía



A la luz de la Conferencia de Fray Timothy Radcliffe pronunciada en las XXXIV Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil les proponemos una reflexión sobre la Afectividad y la Eucaristía.

Podemos comprender la eucaristía a la luz de la sexualidad, y la sexualidad a la luz de la eucaristía.

La última cena nos explica que el cuerpo no es simplemente una cosa que poseo. Soy yo, es mi ser como don recibido de mis padres, y en última instancia de Dios. Por eso cuando Jesús dice ‘Este es mi cuerpo y yo os lo entrego’, no está disponiendo de algo que le pertenece, está pasando a los demás el don que El es. Su ser es un don del Padre que El está transmitiendo.

La relación sexual está llamada a ser una forma de vivir esa entrega de sí mismo. Aquí estoy, y me entrego a ti, con todo lo que soy, ahora y por siempre.

Entonces la eucaristía nos ayuda a entender lo que significa para nosotros ser seres sexuales y nuestra sexualidad nos ayuda a comprender la eucaristía.
¿Es humano tener momentos de crisis en el amor? ¿Cómo enfrentarlo?

La última cena fue un momento de crisis inevitable en el amor de Jesús por sus discípulos. Fue vendido por uno de sus amigos; la roca, Pedro, estaba a punto de negarle, y la mayoría de sus discípulos saldrían corriendo.
Jesús en la última Cena no salió huyendo de la crisis.
Tomó el fracaso del amor y lo transformó en un momento de donación: ‘Me entrego a vosotros. Vosotros me entregaréis a los romanos para que me maten. Me entregaréis a la muerte, pero yo hago de este momento un momento de don, ahora y por siempre.’

La Castidad en el amor

La castidad no es en primer lugar la supresión del deseo, al menos según la tradición de Santo Tomás de Aquino. El deseo y las pasiones contienen verdades profundas sobre quiénes somos y qué necesitamos. El simplemente suprimirlas nos hará seres muertos espiritualmente o hará que algún día nos disparemos. Tenemos que educar nuestros deseos, abrir sus ojos a lo que realmente quieren, liberarlos de los pequeños placeres. Necesitamos desear más profundamente y con mayor claridad.

Para Santo Tomas, ser castos significa vivir en el mundo real. Es decir, vivir en la realidad de quién soy y quiénes son realmente las personas a las que amo. La pasión y el deseo pueden llevarnos a vivir en la fantasía. La castidad nos hace bajar de las nubes, viendo las cosas como son.

Es difícil imaginar una celebración del amor más realista que la Última Cena
No tiene nada de romántica. Jesús les dice a sus discípulos sencilla y llanamente que esto es el final, que uno de ellos le ha traicionado, que Pedro le negará, que los demás huirán.
Un amor eucarístico nos enfrenta de lleno con la complejidad del amor, con sus fracasos y su victoria final

¿Cuáles son las fantasías en las que nos puede atrapar el deseo?

1) Divinizar a la persona amada: la tentación de pensar que la otra persona lo es todo, todo lo que buscamos, la solución a todos nuestros anhelos. Esto es un capricho pasajero.
El amor empieza cuando somos curados de esta ilusión y estamos cara a cara con una persona real y no con una proyección de nuestros deseos.

2) El no ver como es debido la humanidad de la otra persona, para hacerla simplemente carne de consumo: la lujuria.
El primer paso para superar la lujuria no es suprimir el deseo, sino restaurarlo, liberarlo, descubrir que el deseo es por una persona y no por un objeto

¿Qué buscamos en todo esto? ¿Qué nos mueve a encapricharnos?

Es la intimidad lo que buscan la mayoría de los seres humanos
Es el anhelo de ser totalmente uno, de disolver los límites entre uno mismo y otra persona, para perderse en otra persona, para buscar la comunión pura y total.

Nuestra sociedad está construida alrededor del mito de la unión sexual como culminación de toda intimidad.

Mucha gente no tiene esta intimidad porque no están casados, o porque sus matrimonios no son felices, o porque son religiosos o sacerdotes. Y podemos sentirnos excluidos injustamente de aquello que es nuestra necesidad más profunda. ¡Esto no parece que sea justo!

¿Cómo puede excluirme Dios de este deseo profundo?

Cada ser humano, casado o soltero, religioso o laico, tiene que aceptar las limitaciones de la intimidad que podemos conocer ahora. El sueño de comunión plena es un mito. La intimidad verdadera y feliz sólo es posible si aceptamos sus limitaciones.
El poeta Rilke entendió que no podría haber verdadera intimidad entre una pareja hasta que uno no cae en la cuenta de que cada cual en cierta forma permanece solo. Cada ser humano conserva soledad, un espacio a su alrededor, que no puede ser eliminado y que es necesario aprender a amar.

Ciertamente ninguna persona puede ofrecernos esa plenitud de realización que deseamos. Eso solamente se encuentra en Dios.

Rowan Williams,‘El yo se vuelve adulto y veraz al enfrentarse con el carácter incurable de su deseo: el mundo es tal que ninguna cosa otorgará al yo una identidad colmada y completa’. O, para citar a Jean Vainier, ‘La soledad es parte del ser humano, porque no existe nada que pueda llenar completamente las necesidades del corazón humano’.


En el mundo de interner es difícil distinguir entre fantasía y realidad. Por eso la castidad es difícil.
¿Como podemos bajar a tierra?

1) Tenemos que aprender a abrir los ojos y ver los rostros de quienes están delante de nosotros.
Sólo es real el momento presente. Estoy vivo en este momento, y por tanto es en este momento en el que puedo encontrarme con Dios. Tengo que aprender la serenidad de dejar de inquietarme por el pasado y por el futuro. Ahora, el momento presente, es cuando comienza la eternidad.
En la Última Cena Jesús agarró ese momento presente. En lugar de inquietarse por lo que Judas había hecho, o porque los soldados se estaban acercando, el vivió el ahora, y tomó el pan y lo partió y lo entregó a los discípulos diciendo, ‘Este es mi cuerpo, entregado por vosotros’. Cada eucaristía nos sumerge en ese ahora eterno. Es en este momento cuando podemos hacernos presentes a la otra persona, callados y quietos en su presencia. Ahora es el momento en el que puedo abrir los ojos y mirarla. Porque estoy tan ocupado, corriendo por todas partes, pensando en lo que pasará después, que puede ocurrir que no vea la cara que tengo frente a mí, su belleza y sus heridas, sus alegrías y sus penas. ¡En fin, la castidad implica abrir los ojos!

Aprender el arte de estar solo: Si me da miedo la soledad, entonces cogeré a otra gente no porque me deleite en ellos, sino como solución a mi problema. Veré a la gente simplemente como una forma de llenar mi vacío

2) Abrirnos al amor, para que no queden pequeños mundos a los que me repliego.
El amor de Jesús se nos muestra cuando toma el pan y lo parte para que pueda ser compartido.
Tenemos que compartir nuestros amores con nuestros amigos y con aquellos que amamos. De esta forma el amor particular se hace expansivo y sale al encuentro de la universalidad.
Si separamos nuestro amor a Dios y nuestro amor a las personas concretas, ambos se volverán agrios y enfermizos. Eso es lo que significa tener una doble vida.

3) Nuestro amor ha de liberar a las personas
Es un privilegio divino ser siempre no tanto el amado como el amante’. Dios es siempre el que ama más de lo que es amado
Esto implica negarse a dejar que la gente se vuelva demasiado dependiente de uno y no ocupar el centro de sus vidas.

12 de agosto de 2010

Hora Santa de Agosto


La multiplicación de los panes (Jn 6, 1-14)

Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?». Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?». Jesús le respondió: «Háganlos sentar». Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo».


“Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él.”


En varios pasajes de la Biblia, observamos como la gente se acercaba al Maestro en grandes multitudes. ¿Que poder de atracción tenía aquel simple hombre que había salido de Nazareth, para que pueblos enteros dejaran las comodidades de sus hogares, sus trabajos y ocupaciones cotidianas cuando se enteraban que Jesús pasaba por allí?
El Evangelio nos relata que lo seguían, porque veían los signos que hacía curando a los enfermos. “los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos son resucitados, la Buena Noticia es anunciada a los pobres.” (Lc 7, 22).
Al igual que la gente de aquella época hoy somos nosotros los que somos llamados a dejar nuestras tareas cotidianas para pasar un rato junto a Jesús. También nosotros intuimos que presente en la Sagrada Forma, está Aquel que le da un verdadero sentido a los deseos más profundos de nuestro corazón. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Jn 6, 68).
Allí en la Eucaristía esta el mismo Jesús que 2000 años atrás veía a las multitudes que se acercaban a Él. Hoy los que se acercan a Él somos nosotros, porque también tenemos enfermedades que necesitan ser curadas, también tenemos pecados que necesitan ser perdonados.


“¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”



Luego de que Jesús ve a la multitud que acude a él, se pone a pensar en algo que al parecer ni siquiera había pensado aquella gente cuando se decidió a seguirlo; algo tendrán que comer.
Por eso le pregunta a Felipe, “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”, que es los mismo que preguntar ¿Qué hacemos?, ¿Cómo solucionamos esto?
Muchas veces nos enfrentamos a situaciones en las cuales nos preguntamos como las podemos resolver, algunas (por lo general la de todos los días) las podemos resolver de manera sencilla casi automática, pero hay otras que escapan a nuestras simples fuerzas. Sin embargo en nuestro corazón, Cristo nos pregunta justamente como podemos solucionarlas; como a Felipe nos pide que participemos, no que seamos espectadores de lo que pasa a nuestro alrededor.
Felipe le contestó que ni siquiera 200 denarios bastarían para comprar alimentos para todos. Aquí se juntan dos cosas, primero la pregunta que Jesús le hace ante un problema concreto, segundo Felipe pone el foco en si mismo, por lo que termina concluyendo que esa obra era imposible de realizar, ya que ésta lo sobrepasaba en todas las dimensiones.
Nosotros nos vamos a enfocar en un paso que Felipe no hizo, el reconocimiento de lo que tenemos, aquello con lo cual contamos sin importar si eso es insuficiente o no. Tenemos que aprender a ver los dones, gracias, regalos que nos han sido dados, no ver que es lo que nos falta. Todos y cada uno de nosotros tenemos cosas buenas para ofrecer a los demás, dones con los cuales Dios nos ha bendecido, y por los cuales le tenemos que dar gracias.
Podes escribir, o pensar aquellas gracias y regalos que el Buen Dios nos ha dado; ellos pueden ser alguna habilidad especial que tenemos, la manera de ver las cosas, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra fe.


“Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados.”



Allí cerca había un niño, y al parecer había escuchado la pregunta del Maestro. Sin dudarlo le dio lo que tenía, cinco panes y dos pescados. Don y regalo para él y su familia porque con esos alimentos ellos se podían alimentar tranquilamente, pobreza y miseria para el resto porque eso sólo de ninguna manera podía satisfacer a 5000 personas. Sin embargo, la actitud de aquel chico fue totalmente opuesta a la de Felipe “ni con 200 denarios alcanzaría” y hasta la de Andrés “¿qué es esto para tanta gente?”. El chico así no pensaba, él había escuchado sobre Jesús y quizás hasta lo había visto, por eso no dudo en darle lo que tenía, porque él sabía que el Señor sabría que hacer. En sus manos de niño aquellos 5 panes y 2 peces lo habrían alimentado sólo a él, en las manos de Cristo todo podía pasar.
Así como los niños ven que para sus padres nada es imposible y por eso confían ilimitadamente en ellos, así también nosotros tenemos que hacer como los niños y confiar ilimitadamente en nuestro Dios; reconocer que lo que tenemos nosotros en nuestras manos si nos lo quedamos no sirve de mucho, pero que si confiamos verdaderamente en el poder del Padre y eso que tenemos se lo entregamos, El puede hacer maravillas.
Por eso ahora, al igual que aquel chico, entreguemos a nuestro Dios nuestros cinco panes y dos peces, para que El haga con ellos milagro de multiplicarlos para dárselo a los demás.
¿Cuáles son nuestros 5 panes y 2 pescados? Nuestros dones, nuestras gracias, regalos y también nuestras miserias, pecados, limitaciones, dolores. Sólo eso es lo que tenemos para ofrecerle al Buen Dios. No grandes riquezas, ni grandes sacrificios sino nuestra propia persona en su totalidad, con todo lo bueno y lo malo que cargamos diariamente.

10 de agosto de 2010

Historia de un secuestro

¿Cuántas veces nos acostumbramos a la comunión eucarística, perdiendo así la capacidad de asombro?
Bosco Gutierrez Cortina estuvo 9 meses secuestrado en un cuartitoo de 2x1 sin poder salir. ¡Sin embargo fue a misa y comulgó todos los días!

Si queres escuchar el TESTIMONIO VIVO de la fuerza que recibió Bosco para pasar los casi 300 monotonos dias en un cuartito de 2X1, hace click acá.



Parte 1




Parte 2




Parte 3




Parte 4




Parte 5




Parte 6


9 de agosto de 2010

El 26 de agosto de 1910 nació una santa...


Madre Teresa fue una mujer que conoció a Jesús Vivo. Lo descubrió en los pobres y en la Eucaristía. Y vos, ¿conocés a Jesús Vivo? ¿Estas convencido de Su amor por vos en la Eucaristía?

Madre Teresa y la Eucaristía


"Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios. Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.
La eucaristía es el signo más tangible del amor de Dios por el hombre, ya que renueva permanentemente su sacrificio por amor a nosotros. Y es la Misa, nuestra oración diaria, el lugar donde nos ofrecemos con y por Cristo para ser distribuidos entre los más pobres de los pobres.
La eucaristía es el misterio de nuestra unión profunda con Cristo."

"La Eucaristía y el pobre no son más que un mismo amor.
Para ser capaces de ver, para ser capaces de amar, tenemos necesidad de una profunda unidad con Cristo, de una oración intensa.
Por eso las Hermanas empiezan su jornada con la misa, la Santa Comunión, la meditación. Y la cerramos con una hora de adoración al Santísimo.
Esta unión eucarística constituye nuestra fuerza, nuestra alegría y nuestro amor."

Cree que Él, Jesús, está bajo la apariencia del Pan y que él, Jesús, se encuentra en el hambriento, el desnudo, el enfermo, el que está sólo, el no querido, el que no tiene hogar, el indefenso y el desesperado.


Madre Teresa y los pobres

"Los pobres son la esperanza del mundo porque nos proporcionan la ocasión de amar a Dios a través de ellos. Son el don de Dios a la humanidad, para que nos enseñen una manera diferente de amarlo, buscando siempre la manera de dignificarlos y rescatarlos.
Ellos son el signo de la presencia de Dios entre nosotros, ya que en cada uno de ellos es Cristo quien se hace presente.
Por eso, Él no nos preguntará cuántas cosas hicimos, sino cuánto amor pusimos en ellas."

"Cristo no puede engañarnos.
Por ello, nuestras vidas deben estar entrelazadas con la Eucaristía.
El Cristo que se nos ofrece bajo las apariencias de pan, y el Cristo que se oculta bajo las semblanzas doloridas del pobre es el mismo Jesús.
Por eso, nosotras no somos simples asistentes sociales.
Un cristiano, si cree que está alimentando a Cristo hambriento, que está vistiendo a Cristo desnudo, es un contemplativo desde el corazón mismo de su hogar, de su vida, del mundo mismo.
Por eso yo defino a nuestras Hermanas y Hermanos Misioneros de la Caridad como contemplativos insertos en el mismo corazón del mundo durante las veinticuatro horas del día."