“Mi mayor contento es estar en presencia del Santísimo Sacramento donde mi corazón se halla como en su centro. Yo le digo: “Jesús mío y amor mío, toma cuanto tengo y cuanto soy y poséeme según tu beneplácito, puesto que todo lo que tengo es tuyo sin reserva. Transfórmame por completo en Ti a fin de que no pueda separarme de Ti ni un solo instante, ni obre sino impulsada por tu puro amor.”
Para Margarita María era poco la misa cotidiana y hubiera querido asistir a todas las misas que se celebraban en el mundo entero. Por ello, se unía en espíritu a todas las misas del día y les decía a sus novicias: “Ofrezcan a Dios todas las misas que se celebran en la Iglesia. Rueguen a sus santos ángeles que las oigan y las ofrezcan en su lugar para reparar tantas ofensas que Nuestro Señor recibe de los pecadores en el mundo entero.”
Ella misma nos dice sobre su amor a Jesús Eucaristía: “No podía rezar oraciones vocales delante del Santísimo Sacramento, donde me sentía tan absorta que nunca me cansaba. Y hubiera pasado allí los días y las noches sin beber ni comer y sin saber lo que hacía, si no era consumirme en su presencia como un cirio ardiente para pagarle amor por amor. No podía quedarme en la parte baja de la iglesia y, por mucha confusión que sintiera en mí misma, no dejaba de ponerme lo más cerca posible del Santísimo Sacramento.”
“Cuando me despierto, me parece hallar a mi Dios presente, al cual se une mi corazón como a su principio y plenitud. Esto produce en mí tan ardiente sed de estar ante el Santísimo Sacramento que los momentos que empleo en vestirme me parecen horas.”
“Tengo tan gran deseo de la santa comunión que, aún cuando tuviera que pasar por un campo de llamas con los pies desnudos, me parece que nada me costaría este trabajo, comparado con la privación de aquel bien. Nada es capaz de darme gozo tan grande como este pan de amor.”
Cuando iba a rezar ante Jesús Eucaristía, pedía a los ángeles que adoraran con ella a Jesús. Se había asociado a los serafines para estar unidos para siempre como hermanos. Ella ofrecía a Dios sus sufrimientos, que ellos no podían ofrecer; y ellos ofrecían su adoración a Dios en todo momento en su lugar, como sus representantes perpetuos ante Jesús sacramentado.
Extraído de “Santa Margarita María de Alacoque y el Corazón de Jesús”, P. Ángel Peña O.A.R.
Para leer más: http://www.autorescatolicos.org/AAAUTORES01778.pdf
Jesús manso y humilde de Corazón . haz nuestro corazón semejante al tuyo
ResponderEliminar