"Cada mañana, antes de unirme a él en el Santísimo Sacramento, siento que mi corazón es atraído por una fuerza superior. Siento tanta sed y hambre antes de recibirlo, que es una, maravilla que yo no muera de ansiedad. Cuando terminó la Misa, me quedo con Jesús para rendirle gracias. Mi sed y mi hambre no disminuyen después de haberle recibido en el Santísimo sacramento, sino mas bien, aumentan constantemente. El corazón de Jesús y mi propio corazón, se fundieron. Ya no eran dos corazones palpitantes, sino solo uno. Mi corazón se perdió como una gota de agua se pierde en el océano."
Padre Pío
Tengo sed. Ese grito de Jesús en la Cruz sigue resonando en cada Eucaristía. Esa sed de Jesús por nosotros, sacia la que tenemos de ÉL.
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