Recibimos a Jesús Eucaristía cantando…
Alabe Todo El Mundo
Alabe todo el mundo,
alabe al Señor.
Alabe todo el mundo,
alabe a nuestro Dios.
Invocamos al Espíritu Santo…
Ven Espíritu Santo Creador
a visitar nuestro corazón,
repleta con tu gracia viva y celestial,
las almas que Tú creaste por amor.
Tú que eres llamado Consolador
Don del Dios Altísimo y Señor
vertiente viva, fuego que es la caridad
y también espiritual y divina unción.
En cada sacramento te nos das
dedo de la diestra paternal.
Eres Tú la promesa que el Padre nos dió,
con tu palabra enriqueces nuestro cantar.
Nuestros sentidos has de iluminar
los corazones enamorar.
Y nuestro cuerpo presa de la tentación,
con tu fuerza continúa has de afirmar.
Lejos al enemigo rechazar,
tu paz danos pronto sin tardar.
Y siendo tu nuestro buen guía y conductor,
evitemos así toda sombra del mal.
Concédenos al Padre conocer,
a Jesús su Hijo comprender,
A Ti Espíritu de ambos por amor
te creamos con ardiente y sólida fe
Al Padre demos gloria pues es Dios,
A su Hijo que resucitó,
Y también al Espíritu Consolador
Por todos los siglos de los siglos honor.
Lectura del Evangelio según San Juan
“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. “
Jn 19, 25-27
Meditemos desde el pensamiento de Su Santidad, Benedicto XVI
Cuando Dios decidió hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el "sí" libre de una criatura suya. Dios no actúa contra nuestra libertad. Y sucede algo realmente extraordinario: Dios se hace dependiente de la libertad, del "sí" de una criatura suya; espera este "sí". San Bernardo de Claraval, en una de sus homilías, explicó de modo dramático este momento decisivo de la historia universal, donde el cielo, la tierra y Dios mismo esperan lo que dirá esta criatura.
El "sí" de María es, por consiguiente, la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo, hacerse hombre. Así, María está real y profundamente involucrada en el misterio de la Encarnación, de nuestra salvación. Y la Encarnación, el hacerse hombre del Hijo, desde el inicio estaba orientada al don de sí mismo, a entregarse con mucho amor en la cruz a fin de convertirse en pan para la vida del mundo. De este modo sacrificio, sacerdocio y Encarnación van unidos, y María se encuentra en el centro de este misterio.
En la hora de la cruz. Jesús, antes de morir, ve a su Madre al pie de la cruz y ve al hijo amado; y este hijo amado ciertamente es una persona, un individuo muy importante; pero es más: es un ejemplo, una prefiguración de todos los discípulos amados, de todas las personas llamadas por el Señor a ser "discípulo amado" y, en consecuencia, de modo particular también de los sacerdotes.
Jesús dice a María: "Madre, ahí tienes a tu hijo". Es una especie de testamento: encomienda a su Madre al cuidado del hijo, del discípulo. Pero también dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". El Evangelio nos dice que desde ese momento san Juan, el hijo predilecto, acogió a la madre María "en su casa". Así dice la traducción italiana, pero el texto griego es mucho más profundo, mucho más rico. Podríamos traducir: acogió a María en lo íntimo de su vida, de su ser, "eis tà ìdia", en la profundidad de su ser.
La peculiar relación de maternidad que existe entre María y los presbíteros es la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que alberga por cada uno de ellos. De hecho, son dos las razones de la predilección que María siente por ellos: porque se asemejan más a Jesús, amor supremo de su corazón, y porque también ellos, como ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre.
El santo cura de Ars, en quien pensamos de modo particular este año, solía repetir: "Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir, de su santa Madre"
Cantamos…
Ahí tienes a tu madre
Si se acaba el vino en tu vida hoy,
Por todos los siglos de los siglos honor.
Lectura del Evangelio según San Juan
“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. “
Jn 19, 25-27
Meditemos desde el pensamiento de Su Santidad, Benedicto XVI
Cuando Dios decidió hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el "sí" libre de una criatura suya. Dios no actúa contra nuestra libertad. Y sucede algo realmente extraordinario: Dios se hace dependiente de la libertad, del "sí" de una criatura suya; espera este "sí". San Bernardo de Claraval, en una de sus homilías, explicó de modo dramático este momento decisivo de la historia universal, donde el cielo, la tierra y Dios mismo esperan lo que dirá esta criatura.
El "sí" de María es, por consiguiente, la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo, hacerse hombre. Así, María está real y profundamente involucrada en el misterio de la Encarnación, de nuestra salvación. Y la Encarnación, el hacerse hombre del Hijo, desde el inicio estaba orientada al don de sí mismo, a entregarse con mucho amor en la cruz a fin de convertirse en pan para la vida del mundo. De este modo sacrificio, sacerdocio y Encarnación van unidos, y María se encuentra en el centro de este misterio.
En la hora de la cruz. Jesús, antes de morir, ve a su Madre al pie de la cruz y ve al hijo amado; y este hijo amado ciertamente es una persona, un individuo muy importante; pero es más: es un ejemplo, una prefiguración de todos los discípulos amados, de todas las personas llamadas por el Señor a ser "discípulo amado" y, en consecuencia, de modo particular también de los sacerdotes.
Jesús dice a María: "Madre, ahí tienes a tu hijo". Es una especie de testamento: encomienda a su Madre al cuidado del hijo, del discípulo. Pero también dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". El Evangelio nos dice que desde ese momento san Juan, el hijo predilecto, acogió a la madre María "en su casa". Así dice la traducción italiana, pero el texto griego es mucho más profundo, mucho más rico. Podríamos traducir: acogió a María en lo íntimo de su vida, de su ser, "eis tà ìdia", en la profundidad de su ser.
La peculiar relación de maternidad que existe entre María y los presbíteros es la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que alberga por cada uno de ellos. De hecho, son dos las razones de la predilección que María siente por ellos: porque se asemejan más a Jesús, amor supremo de su corazón, y porque también ellos, como ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre.
El santo cura de Ars, en quien pensamos de modo particular este año, solía repetir: "Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir, de su santa Madre"
Cantamos…
Ahí tienes a tu madre
Si se acaba el vino en tu vida hoy,
ahí tienes a tu madre;
si solo hay tinajas pero no hay amor,
ahí tienes a tu madre;
si estas buscando acercarte a Dios,
ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre.
Ahí tienes a tu madre, ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre,
Si no sabes cómo hacer una oración,
Ahí tienes a tu madre, ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre,
Si no sabes cómo hacer una oración,
ahí tienes a tu madre;
si la cruz te pesa para caminar,
ahí tienes a tu madre;
si no hay Pentecostés en tu corazón,
ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre.
Si estás padeciendo una enfermedad,
Si estás padeciendo una enfermedad,
ahí tienes a tu madre;
si estás pasando fuerte la hora del dolor,
ahí tienes a tu madre;
si te encuentras sumido en desesperación,
ahí tienes a tu madre,ahí tienes a tu madre.
Lectura del Evangelio según San Juan
“Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días.“
Jn 2, 1-12
Del Siervo de Dios, Juan Pablo II
En el episodio de las bodas de Caná, San Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo. Ya desde el inicio del relato, el evangelista anota que "estaba allí la madre de Jesús" (Jn 2, 1) y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos (cf. Redemptoris Mater, 21), añade: "Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos" (Jn 2, 2). Con esas palabras, San Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.
El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad.
Dirigiéndose a Jesús con las palabras: "No tienen vino" (Jn 2, 3), María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según algunos exégetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino.
La opción de María, que habría podido tal vez conseguir en otra parte el vino necesario, manifiesta la valentía de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había realizado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.
En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su "primer signo", la prodigiosa transformación del agua en vino.
De ese modo, María procede en la fe a los discípulos que, cómo refiere San Juan, creerán después del milagro: Jesús " manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11). Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe.
La respuesta de Jesús a las palabras de María: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2, 4), expresa un rechazo aparente, como para probar la fe de su madre.
Según una interpretación, Jesús, desde el inicio de su misión, parece poner en tela de juicio su relación natural de hijo, ante la intervención de su madre. En efecto, en la lengua hablada del ambiente, esa frase da a entender una distancia entre las personas, excluyendo la comunión de vida. Esta lejanía no elimina el respeto y la estima; el término "mujer", con el que Jesús se dirige a su madre, se usa en una acepción que reaparecerá en los diálogos con la cananea (cf. Mt 15, 28), la samaritana (cf. Jn 4, 21), la adúltera (cf. Jn 8, 10) y María Magdalena (cf. Jn 20, 13), en contextos que manifiestan una relación positiva de Jesús con sus interlocutoras.
Con la expresión: "Mujer, ¿qué nos va a mi y a ti?", Jesús desea poner la cooperación de María en el plano de la salvación que, comprometiendo su fe y su esperanza, exige la superación de su papel natural de madre.
Mucho más fuerte es la motivación formulada por Jesús: "Todavía no ha llegado mi hora" (Jn. 2, 4). Algunos estudiosos del texto sagrado, siguiendo la interpretación de San Agustín, identifican esa "hora" con el acontecimiento de la Pasión. Para otros, en cambio, se refiere al primer milagro en que se revelaría el poder mesiánico del profeta de Nazaret. Hay otros, por último, que consideran que la frase es interrogativa y prolonga la pregunta anterior: "¿Qué nos va a mí y a ti? ¿no ha llegado ya mi hora?" (Jn 2, 4). Jesús da a entender a María que él ya no depende de ella, sino que debe tomar la iniciativa para realizar la obra del Padre. María, entonces, dócilmente deja de insistir ante él y, en cambio, se dirige a los sirvientes para invitarlos a cumplir sus órdenes. En cualquier caso, su confianza en el Hijo es premiada. Jesús, al que ella ha dejado totalmente la iniciativa, hace el milagro, reconociendo la valentía y la docilidad de su madre: "Jesús les dice: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron hasta el borde" (Jn 2, 7). Así, también la obediencia de los sirvientes contribuye a proporcionar vino en abundancia. La exhortación de María: "Haced lo que él os diga", conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide. De la misma manera que en el relato de la cananea (cf. Mt 15, 24-26) el rechazo aparente de Jesús exalta la fe de la mujer, también las palabras del Hijo "Todavía no ha llegado mi hora", junto con la realización del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe de la Madre y la fuerza de su oración.
El episodio de las bodas de Caná nos estimula a ser valientes en la fe y a experimentar en nuestra vida la verdad de las palabras del Evangelio: "Pedid y se os dará" (Mt 7, 7; Lc 11, 9).
Cantamos…
Tu fiel servidor (Bendición a los sacerdotes)
BENDICE SEÑOR A LOS SACERDOTES
BENDICE A TU FIEL SERVIDOR
BENDICE LA ENTREGA DE TODOS LOS DÍAS
SU VIDA, SUS MANOS, SU VOZ
BENDICE SEÑOR A LOS SACERDOTES
REGÁLALES TU CORAZÓN
ENCIENDE EN SU VIDA, EL AMOR A MARÍA
QUE REINE LA MADRE DE DIOS
Jesús Buen Pastor
Conduce a tu Pueblo
Mediante su santo ministerio
Gracias Señor
Por tu regalo al mundo
Concédeles un corazón profundo
Reflejo de Ars
Que su rebaño cuide
Y el Espíritu Santo quien lo guíe
Distingan Señor
Los signos de los tiempos
Que irradien tus mismos sentimientos
Rogamos Jesús
Por quienes son llamados
Que se dejen moldear y ser amados
Te escuchen Señor
Y sepan descubrirte
Que tengan el coraje de seguirte
Sin su intercesión
No podemos ser Hijos
Del Padre que un día los bendijo
Sin ellos Señor
No son igual los días
Sin ellos no hay Eucaristía
Lectura del Evangelio según San Juan
“Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días.“
Jn 2, 1-12
Del Siervo de Dios, Juan Pablo II
En el episodio de las bodas de Caná, San Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo. Ya desde el inicio del relato, el evangelista anota que "estaba allí la madre de Jesús" (Jn 2, 1) y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos (cf. Redemptoris Mater, 21), añade: "Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos" (Jn 2, 2). Con esas palabras, San Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.
El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad.
Dirigiéndose a Jesús con las palabras: "No tienen vino" (Jn 2, 3), María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según algunos exégetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino.
La opción de María, que habría podido tal vez conseguir en otra parte el vino necesario, manifiesta la valentía de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había realizado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.
En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su "primer signo", la prodigiosa transformación del agua en vino.
De ese modo, María procede en la fe a los discípulos que, cómo refiere San Juan, creerán después del milagro: Jesús " manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11). Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe.
La respuesta de Jesús a las palabras de María: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2, 4), expresa un rechazo aparente, como para probar la fe de su madre.
Según una interpretación, Jesús, desde el inicio de su misión, parece poner en tela de juicio su relación natural de hijo, ante la intervención de su madre. En efecto, en la lengua hablada del ambiente, esa frase da a entender una distancia entre las personas, excluyendo la comunión de vida. Esta lejanía no elimina el respeto y la estima; el término "mujer", con el que Jesús se dirige a su madre, se usa en una acepción que reaparecerá en los diálogos con la cananea (cf. Mt 15, 28), la samaritana (cf. Jn 4, 21), la adúltera (cf. Jn 8, 10) y María Magdalena (cf. Jn 20, 13), en contextos que manifiestan una relación positiva de Jesús con sus interlocutoras.
Con la expresión: "Mujer, ¿qué nos va a mi y a ti?", Jesús desea poner la cooperación de María en el plano de la salvación que, comprometiendo su fe y su esperanza, exige la superación de su papel natural de madre.
Mucho más fuerte es la motivación formulada por Jesús: "Todavía no ha llegado mi hora" (Jn. 2, 4). Algunos estudiosos del texto sagrado, siguiendo la interpretación de San Agustín, identifican esa "hora" con el acontecimiento de la Pasión. Para otros, en cambio, se refiere al primer milagro en que se revelaría el poder mesiánico del profeta de Nazaret. Hay otros, por último, que consideran que la frase es interrogativa y prolonga la pregunta anterior: "¿Qué nos va a mí y a ti? ¿no ha llegado ya mi hora?" (Jn 2, 4). Jesús da a entender a María que él ya no depende de ella, sino que debe tomar la iniciativa para realizar la obra del Padre. María, entonces, dócilmente deja de insistir ante él y, en cambio, se dirige a los sirvientes para invitarlos a cumplir sus órdenes. En cualquier caso, su confianza en el Hijo es premiada. Jesús, al que ella ha dejado totalmente la iniciativa, hace el milagro, reconociendo la valentía y la docilidad de su madre: "Jesús les dice: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron hasta el borde" (Jn 2, 7). Así, también la obediencia de los sirvientes contribuye a proporcionar vino en abundancia. La exhortación de María: "Haced lo que él os diga", conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide. De la misma manera que en el relato de la cananea (cf. Mt 15, 24-26) el rechazo aparente de Jesús exalta la fe de la mujer, también las palabras del Hijo "Todavía no ha llegado mi hora", junto con la realización del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe de la Madre y la fuerza de su oración.
El episodio de las bodas de Caná nos estimula a ser valientes en la fe y a experimentar en nuestra vida la verdad de las palabras del Evangelio: "Pedid y se os dará" (Mt 7, 7; Lc 11, 9).
Cantamos…
Tu fiel servidor (Bendición a los sacerdotes)
BENDICE SEÑOR A LOS SACERDOTES
BENDICE A TU FIEL SERVIDOR
BENDICE LA ENTREGA DE TODOS LOS DÍAS
SU VIDA, SUS MANOS, SU VOZ
BENDICE SEÑOR A LOS SACERDOTES
REGÁLALES TU CORAZÓN
ENCIENDE EN SU VIDA, EL AMOR A MARÍA
QUE REINE LA MADRE DE DIOS
Jesús Buen Pastor
Conduce a tu Pueblo
Mediante su santo ministerio
Gracias Señor
Por tu regalo al mundo
Concédeles un corazón profundo
Reflejo de Ars
Que su rebaño cuide
Y el Espíritu Santo quien lo guíe
Distingan Señor
Los signos de los tiempos
Que irradien tus mismos sentimientos
Rogamos Jesús
Por quienes son llamados
Que se dejen moldear y ser amados
Te escuchen Señor
Y sepan descubrirte
Que tengan el coraje de seguirte
Sin su intercesión
No podemos ser Hijos
Del Padre que un día los bendijo
Sin ellos Señor
No son igual los días
Sin ellos no hay Eucaristía
Rezamos todos juntos…
Señor Jesús, que en San Juan María Vianney,
has querido dar a la Iglesia una imagen viva de tu caridad pastoral,
haz que en su compañía y socorridos por su ejemplo,
vivamos con plenitud este Año Sacerdotal.
Haz que, como él, delante de la Eucaristía,
podamos aprender lo simple y cotidiano de tu Palabra que nos instruye,
el tierno amor para dar acogida a los pecadores arrepentidos;
el consolador abandono confiado en tu Inmaculada Madre.
Haz, Señor Jesús, que, por la intercesión del Santo Cura de Ars,
las familias cristianas se conviertan en "pequeñas iglesias"
en las que se puedan acoger y valorar
las vocaciones y todos los carismas regalados por tu Espíritu Santo.
Concédenos, Señor Jesús,
poder repetir con el mismo fervor del Santo Cura
las palabras con las que solía dirigirse a ti:
Te amo, oh mi Dios.Mi único deseo es amartehasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,y prefiero morir amándoteque vivir un instante sin amarte.
Te amo, oh mi Dios,Y la única gracia que deseo es amarte eternamente.Dios mío, si mi lengua no es capaz de decira cada momento que os ama,quiero que mi corazón lo digatantas veces cuantas respiro.
Te amo, oh Divino Salvador,Porque ha sido crucificado por mí,Y me tienes aquí crucificado contigo.Dios mío, concédeme la gracia de morir amándotey sintiendo que te amo.
Padre, que eres un Dios cariñoso con todas tus creaturas, porque confiamos en tu fidelidad, nos atrevemos a pedirte con confianza respondiendo a cada intención:
“Señor, danos sacerdotes santos”
§ “María dijo entonces: -Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra-”; Señor, que tus sacerdotes puedan discernir tu voluntad y vivirla con la fidelidad de la Virgen.
§ “Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: -Tú eres bendita entre todas las mujeres-”; Padre, te alabamos por el don del sacerdocio y te rogamos que los bendigas y los hagas alegres como María porque haces maravillas en ellos y a través de ellos.
§ “María dio a luz a su Hijo”; Padre, que tus sacerdotes nos den siempre a Jesús.
§ Señor, dales a tus sacerdotes la fortaleza y la humildad de María cuando una espada atraviese sus corazones porque Jesús sigue siendo, también hoy, signo de contradicción.
§ “La madre de Jesús dijo: -No tienen vino-“; Dios, rico en misericordia, te pedimos por tus sacerdotes que son tibios, para que, por medio de María, reciban también ellos, el vino de la alegría pascual que nos da Jesús.
§ Señor, que tus sacerdotes sepan estar, como Juan, con María, junto a la cruz de Jesús, porque ella es causa de redención.
§ Padre, que nunca nos cansemos de suplicar junto a María, por la venida del Espíritu Santo, para que haya un nuevo Pentecostés en nuestra querida Iglesia.
Santa María, Madre de la Iglesia, Reina de los Apóstoles
Alcánzanos del Señor muchos y santos sacerdotes. Así sea.
Tantum Ergo
Tantum ergo Sacramentum
§ “María dijo entonces: -Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra-”; Señor, que tus sacerdotes puedan discernir tu voluntad y vivirla con la fidelidad de la Virgen.
§ “Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: -Tú eres bendita entre todas las mujeres-”; Padre, te alabamos por el don del sacerdocio y te rogamos que los bendigas y los hagas alegres como María porque haces maravillas en ellos y a través de ellos.
§ “María dio a luz a su Hijo”; Padre, que tus sacerdotes nos den siempre a Jesús.
§ Señor, dales a tus sacerdotes la fortaleza y la humildad de María cuando una espada atraviese sus corazones porque Jesús sigue siendo, también hoy, signo de contradicción.
§ “La madre de Jesús dijo: -No tienen vino-“; Dios, rico en misericordia, te pedimos por tus sacerdotes que son tibios, para que, por medio de María, reciban también ellos, el vino de la alegría pascual que nos da Jesús.
§ Señor, que tus sacerdotes sepan estar, como Juan, con María, junto a la cruz de Jesús, porque ella es causa de redención.
§ Padre, que nunca nos cansemos de suplicar junto a María, por la venida del Espíritu Santo, para que haya un nuevo Pentecostés en nuestra querida Iglesia.
Santa María, Madre de la Iglesia, Reina de los Apóstoles
Alcánzanos del Señor muchos y santos sacerdotes. Así sea.
Tantum Ergo
Tantum ergo Sacramentum
Veneremur cernui:
Et antiquum documentum
Novo cedat ritui:
Praestet fides supplementum
Sensuum defectui.
Genitori, Genitoque
Laus et jubilatio,
Salus, honor, virtus quoque
Sit et benedictio:
Procedenti ab utroque
Compar sit laudatio.Amen
Tan sublime Sacramento
adoremos en verdad,
que los ritos ya pasados
den al nuevo su lugar.
Que la fe preste a los ojos
la visión con que mirar.
Bendición y gloria eterna
a Dios Padre creador,
a su Hijo Jesucristo,
y al Espíritu de Amor,
demos siempre igual gloria, alabanza y honor. Amen.
Tan sublime Sacramento
adoremos en verdad,
que los ritos ya pasados
den al nuevo su lugar.
Que la fe preste a los ojos
la visión con que mirar.
Bendición y gloria eterna
a Dios Padre creador,
a su Hijo Jesucristo,
y al Espíritu de Amor,
demos siempre igual gloria, alabanza y honor. Amen.
Muy buena!!! Muchas gracias!!!
ResponderEliminarincreíble canción la de los sacerdotes!
ResponderEliminarYO DIFUNDO LAS PROMESAS DE JESUS A QUIEN NO RECIBA LA COMUNION EN LA MANO. DTB
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